Image: De mujeres con hombres

Image: De mujeres con hombres

Novela

De mujeres con hombres

Richard Ford

9 enero, 2000 01:00

Richard Ford

Traducción de Jesús Zulaika. Editorial Anagrama. Barcelona, 1999. 247 páginas, 2.300 pesetas

Avala Richard Ford su trayectoria como novelista y narrador reconocida como una de las más sólidas entre los escritores norteamericanos que no han cumplido todavía los sesenta años, siempre en la línea de un realismo identificado con las características de la sociedad estadounidense. Lo mismo se puede decir, por cierto, de Todo un hombre, la novela de Tom Wolfe recientemente traducida al español, pero entre ella y De mujeres con hombres va la misma distancia que, en términos cinematográficos, entre una superproducción de Hollywood y una película off off de un director y un productor independientes. En ambos casos, sin embargo, se percibe por igual el "timbre de la realidad" al que se refiere el texto de Ford en su página 242. Sirviéndose de una técnica semejante, todo lo que en Wolfe nos remite a grandes frescos novelísticos ávidos de representar la totalidad social se convierte aquí en la captación puntillista de ciertos síntomas atribuibles a una especie de spleen o mal du siècle posindustrial y posmoderno.

Richard Ford recurre a un género de considerable aceptación en los Estados Unidos, la novela corta, cuya extensión fluctúa en los tres textos aquí recogidos entre el medio centenar y las cien páginas. La más breve, "Celos", es la única escrita en primera persona, desde la perspectiva de un quinceañero, Lorry, que viaja con su tía Doris desde un poblachón de Montana hasta Seattle para celebrar el día de Acción de Gracias con su madre Jan y, probablemente, quedarse definitivamente con ella abandonando a su padre con el que convivía tras el divorcio correspondiente. Las otras dos, "El mujeriego" y "Occidentales", comparten, además de la tercera persona narrativa omnisciente, el escenario parisino, donde los dos protagonistas, relacionados ambos con el mundo editorial, pasean abúlicamente el sinsentido de sus vidas después o antes de sendos divorcios de sus esposas norteamericanas. Lo que asimismo es común a las tres novelas cortas es aquel "timbre realista", y el enfoque masculino de las relaciones que el título consagra, así como la minuciosa descripción de acontecimientos banales cuya calma chicha rompen tres peripecias o sobresaltos: el breve rapto, con posible agresión sexual, del niño que había dejado al cuidado de Martin Austin la mujer francesa por la que él había regresado a París desde Illinois dejando temporalmente a su mujer Bárbara; la muerte a tiros por la policía en una cantina de Shelby, de un indio, Barney Bordeaux, presunto asesino de su propia esposa, muerte de la que Lorry y su tía dipsómana son testigos directos poco antes del encuentro sexual entre ambos en la precaria intimidad del Cadillac Eldorado del 69 que ella conducía; y el suicidio, en su hotelucho de la rue Froidevaux, de Helen Carmichael, la amante del que había sido su profesor de novela afronorteamericana en el Wilmot College de Ohio, Charley Matthews, cuya primera novela El aprieto, que versaba sobre la historia de su ruptura matrimonial, había interesado, asombrosamente, a las Editions des Châtaigniers, y provocado el viaje de ambos a la ciudad del Sena. Allí Helen, atormentada por el cáncer, hubiese deseado descansar para siempre, última voluntad que Charley obvia sin remordimiento.

"Timbre de la realidad" es lo que la futura traductora de Matthews encuentra en su novela, y no tiene empacho en añadir que el interés de los franceses por los norteamericanos proviene de la consideración que les tienen como "gente que no entiende gran cosa" (página 243). Porque De mujeres con hombres está muy lejos de la literatura sofisticada e intelectual de la posmodernidad, pero incluye hábilmente una cierta dimensión metanarrativa gracias a la inclusión de una novela dentro de la narración. Ello sucede, por cierto, no solo en "Occidentales", sino también en "El mujeriego", en donde Joséphine ha visto descrita con pelos y señales su infidelidad en una novelucha de su ex-marido Bernard. Pero mucho mayor interés tiene, a estos efectos, el texto de Matthews, a propósito del cual podemos hablar de algo así como una "metaficción temática", más que compositiva o estructural, como era común con la llamada "mise en abyme". El aprieto coincide con la obra de Ford, de la que forma parte, en que ambas ofrecen la "descripción de unas gentes de clase media normales y corrientes, apresadas en el cepo de los pequeños dilemas íntimos fruto de sus propios y desdichados yerros" (página 157), tema que el propio Matthews consideraba de muy escasa aceptación. No tiene por qué ser así en lo que a De mujeres con hombres se refiere, testimonio verosímil de una de las múltiples manifestaciones deshumanizadoras de nuestra sociedad. En cuanto a las relaciones entre los hombres y las mujeres, se proyecta una demoladora visión antirromántica. No encontrará el lector amor, ni entendimiento, ni complicidad. Tampoco, en modo alguno, pasión, y en cuanto al sexo, no pasa de ser una mera referencia velada, no por pudor, sino por la irrelevancia alienadora de su mecanicidad.