Retrato de Olivia
Marie Desplechin
16 enero, 2000 01:00
Pocos libros reflejan el sentir de las mujeres en la treintena de una manera tan honesta como Retrato de Olivia. Sin estridencias ni maniqueísmos, Desplechin acierta en su descripción objetiva pero sentida de dos universos femeninos apenas separados por el tiempo. La progresión de la narración atrapa al lector, con redes sutilísimas, envuelta en un estilo casi invisible, directo, mordaz en ocasiones, traspasado de sabiduría en los momentos en que la crueldad sin sentido es mostrada en la peripecia biográfica de Olivia. Así, comenzamos a conocer a ese magnético e inocente ser que es Olivia, en sus derrotas apenas esbozadas: hija de padre desconocido y de madre alcohólica, violada en repetidas ocasiones, ha pasado por diversas instituciones de acogida psiquiátricas, ha vivido en el límite con las drogas y la prostitución, pero conserva un aliento de humanidad y de frescura del que aprenderá esa narradora que descubre la difícil tarea de la identidad.
Nacida en Roubaix, Francia, en 1959, Marie Desplechin es una escritora que ha publicado diversos libros para jóvenes, así como una colección de relatos Trop sensibles (1995). Con Retrato de Olivia fue finalista del premio Goncourt, así como del premio Médicis en 1998. Excelentemente acogida en Francia, esta novela muestra una manera de relatar auténticamente personal, aunque incardinada en la tradición anglosajona de la literatura de mujeres. Ambientada en el París más actual, nos resulta universal en sus planteamientos, porque la voz de la narradora, que vive como negra de lujo de la escritura, plasma con lucidez ese microcosmo de mujeres que buscan un espacio en el que habitar en las postrimerías del siglo XX. La trayectoria de esas mujeres confluye durante el espacio de un año, y las puertas automáticas del metro en los momentos finales del libro son la metáfora irónica de lo innecesario del portazo de Nora apenas un siglo después.
Nacida en Roubaix, Francia, en 1959, Marie Desplechin es una escritora que ha publicado diversos libros para jóvenes, así como una colección de relatos Trop sensibles (1995). Con Retrato de Olivia fue finalista del premio Goncourt, así como del premio Médicis en 1998. Excelentemente acogida en Francia, esta novela muestra una manera de relatar auténticamente personal, aunque incardinada en la tradición anglosajona de la literatura de mujeres. Ambientada en el París más actual, nos resulta universal en sus planteamientos, porque la voz de la narradora, que vive como negra de lujo de la escritura, plasma con lucidez ese microcosmo de mujeres que buscan un espacio en el que habitar en las postrimerías del siglo XX. La trayectoria de esas mujeres confluye durante el espacio de un año, y las puertas automáticas del metro en los momentos finales del libro son la metáfora irónica de lo innecesario del portazo de Nora apenas un siglo después.
