Image: El prícipe siddharta

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Novela

El prícipe siddharta

Ferucccio Parazzoli y Patricia Chendi

29 marzo, 2000 02:00

Traducción de Juan Vivanco. Grijalbo-Mondadori. Barcelona, 2000. 222 páginas, 1.950 pesetas

¿Cómo se fabrica un bestseller a la europea? Nada más productivo que analizar el impacto en Italia de El príncipe Siddharta. Ante el éxito obtenido por la saga de Ramsés del francés Christian Jacq y de Alexandros del italiano Valerio Manfredi, la multinacional Mondadori decidió cerrar la trilogía con otra novela histórica. Fue el director editorial Ferruccio Parazzoli, autor de una Vida de Jesús, quien propuso transformar la vida de Buda en una novela de aventuras.

El encargo recayó sobre la joven escritora Patricia Chendi, asesorada directamente por el editor y un comité de 40 lectores, en su mayoría mujeres de entre 24 y 44 años, con escolaridad media-superior, sondeado periódicamente. Las conclusiones de este lector ideal massmediático fueron las siguientes: Siddharta debía ser una novela de entretenimiento por entregas, como un folletón, prefiriendo la clásica historia de amor, misterio y aventuras a los aspectos religiosos y espirituales. Se le recomendó que escribiera una narración agradable, "fresca, cercana al lector y con economía de medios". En capítulos breves, para que llegara a un vasto público de lectores "esporádicos", el tipo de comprador "por impulso" que reflejan las encuestas del mercado. La ingenuidad de la mercadotecnia puede parecer absurda, pero delimita sociológicamente los gustos de una franja lectora actual. En realidad, este tipo de novela prosigue la tradición de Salgari. Lo que cuenta es la readaptación a otro tipo de lector, que rechazaría Shandokan por considerarla literatura para niños. Como en el bricolaje estructuralista, lo importante es la disposición y combinatoria de esas unidades llamadas mitemas.

La inspiración libresca para esta historia de amor peregrino, protagonizada por una especie de San Francisco oriental en su aventura mística, fueron la Vida de Milarepa, de gran repercusión en los años 60 entre los jipis californianos, influidos a su vez por Siddhartha, el "long seller" de Hermann Hesse, Pasaje a la India de E. M. Foster y los clásicos hindúes Bhagavad-Gita, el Mahabharata y el Kamasutra. El megamix resultante es un tebeo de lo más aparente, escrito con pulcritud, a veces con verdadero encanto literario, más cercano a El pequeño Buda de B. Bertolucci y a las películas de la India misteriosa del Hollywood de los años 50 de María Montez, que a Las mil y una noches. Nada de "new age" religioso espiritualista, rechazado "a priori" por los lectores, aunque, en el fondo, la vida de Siddharta sea un recorrido por la realización interior y la sabiduría, en la que se trasluce la ideología vulgarizada del conócete a ti mismo y renace a una nueva espiritualidad más o menos trascendente. La novela tiene la estructura milagrosa de un "digest" evangélico, similar a los prodigios de las fábulas heroicas de esos nuevos cuentos de hadas que son las narraciones de "espada y brujería", remedos ucrónicos de aquellas películas exóticas realizadas por Fritz Lang: El tigre de Esnapur y La tumba india, tan apegadas al "kitsch" de los años cincuenta, que hoy resultarían sencillamente camp.

El príncipe Siddharta tiene poco que ver con la novela histórica de corte romántico, pese a basarse en el tipo de romance ingenuo de aventuras para adultos. Un mundo repleto de reyes justos o muy malvados, príncipes bondadosos, encantadoras princesas y vírgenes acosadas que pueblan las fantasías de ensueño de los cuentos maravillosos. Como telón de fondo de la aventura vital de este héroe carismático que es Siddharta, en un viaje a la busca de su propia identidad, el exótico Oriente al modo que Occidente lo representa desde finales del XVIII. Un orientalismo que no representa ningún tipo de verdad del pensamiento oriental, sino, como explica E. W. Said, más bien "una dimensión considerable de la cultura política e intelectual moderna, y, como tal, tiene menos que ver con Oriente que con ‘nuestro’ mundo." Son, pues, "representaciones" estereotipadas para consumo de lectores semicultos, que -continúa Said- "hacen hablar a Oriente, lo describe, y ofrece abiertamente sus misterios a Occidente, porque Oriente sólo le preocupa en tanto que causa primera de lo que expone." Que la novela haya vendido cientos de miles de ejemplares en Italia y en la Feria de Francfort se vendiera su traducción a 15 lenguas antes de ser leída es el signo evidente de que el "samsara" hindú es mera repetición cíclica y el destino parodia.