Novela

Ni gordas ni flacas

Nora Lobo

26 abril, 2000 02:00

Destino. 174 páginas, 1.900 pesetas

¿Para qué escriben las mujeres cuando lo hacen sin pretensiones literarias? La debutante Nora Lobo (Salta, Argentina, 1938) se lo pregunta una y otra vez en las páginas de este libro, y concluye: "Trato de dejar un recetario para que mis hijos refresquen el recuerdo de los momentos que compartimos a la vuelta de la mesa, con gusto y felicidad". Es un propósito digno de admiración que un ama de casa pretenda legar a la prole sus secretos domésticos, pero del todo insuficiente si de lo que se trata es de armar una obra literaria. Y el problema es que Ni gordas ni flacas, apetitosas tiene veleidades de obra literaria y realidades de recetario, de modo que se queda en las medias tintas de ambas cosas o, lo que es lo mismo, en un libro fallido: ni alcanza el vuelo de la novela -ya que es lo que más claramente no es- ni resulta atractivo como libro de cocina.

Resulta asombroso que incluso su autora se pregunte una y otra vez qué está escribiendo y, aunque no acaba de verle la raigambre a su escritura, se justifica con un ingenuo: "Confieso que deseo tener lectores interesados en mis escritos". Todo ello en un "Intermedio" que se inserta entre dos de los capítulos de la ¿trama?, que ni se sabe qué hace ahí, ni por qué insiste la autora en repetir lo que ya nos dijo ni por qué su editor no ha ejercido su derecho a poda justo en esta parte.

Por último, hay que hacer notar hasta qué punto planea sobre estas páginas el fantasma de la novela -aquella sí lo es- de Laura Esquivel Como agua para chocolate. También aquí los manjares curan o agudizan el mal de amores, las abuelas transfieren secretos culinarios inimaginables y hay bodas, y partos, y recetas cuyo ingrediente principal es la imaginación. La herencia de Esquivel no le bastó a Nora Lobo para construir una novela. La herencia culinaria de Lobo no nos sirve a sus lectores mientras la disfrace de autobiografía.