Novela

Exhortación a los cocodrilos

Antonio Lobo Antunes

17 mayo, 2000 02:00

Traducción de Mario Merlino. Siruela. 325 páginas, 3.400 pesetas

En el fondo de esta novela -tan vigorosa, por otra parte- se echa en falta un contenido narrativo más fuerte. Pertenece a un tipo de relato que se caracteriza por primar el discurso sobre la fábula

Junto a Manual de inquisidores y Esplendor en Portugal, Exhortación a los cocodrilos forma parte de un ciclo de vertebración temática, y no argumental, mediante el que António Lobo Antunes viene desarrollando una angustiante exploración en los ámbitos de la soledad, la violencia y el miedo. El marco de esta nueva vuelta de tuerca a dichos asuntos no puede ser más adecuado: el terrorismo ultraderechista en Portugal promovido por sectores disconformes con la Revolución de los Claveles. La compenetración de una vertiente histórica y de otra existencial dan a la novela una doble dimensión testimonial y antropológica.

El protagonismo de Exhortación a los cocodrilos se centra en un puñado de personajes, "un grupo añorante de la dictadura que perseguía a demócratas y a personas de bien" con métodos terroristas. Esta precisión, hecha en el capítulo final, invita a pensar en un relato de documentalismo directo, pero, muy al contrario, el autor nunca da detalles explícitos, pues utiliza procedimientos alusivos: menciona "el monóculo del general" sin citar por su nombre a Spínola, se refiere a una "guerra santa", anota sin más la omnipresente intervención de un obispo, alude a la ambigua postura de un periódico socialista, enumera violencias sin detalle... De este modo, el retrato de un fanatismo y de unas complicidades concretas adquiere valor universal.

Este documento histórico inequívoco sirve de base para la presentación de un conjunto de angustias, traumas, violencias, pasiones, humillaciones, regresos a la infancia o inmoralidades de los protagonistas, y que afloran a la superficie por medio de los monólogos alternantes de cuatro mujeres, todas ellas vinculadas con los varones del grupo de conspiradores. La novela, es, pues, un viaje al fondo atormentado de esas cuatro mujeres, a los fantasmas que anidan en el subconsciente, hechos patentes mediante el borboteo de una conciencia sin trabas. Todo, lo público y lo secreto, se reconstruye con una técnica semejante a la "corriente de conciencia", si bien no llega al fluido verbal incontrolado, que apela a la memoria reintegrativa (según llaman los psicólogos al rescate de las circunstancias de los sucesos y no sólo de éstos) y procede por medio de una asociación de ideas libérrima.
El resultado es una especie de descenso a los infiernos de la angustia y la culpa referido con la perspectiva implacable de quien sabe todo el dolor y la miseria que caben en la condición humana. Ni una gota de felicidad, de esperanza, de solidaridad hay en esas almas monologantes. Las cuatro mujeres son muy diferentes entre sí, pues oscilan de la impiedad a la sencillez pervertida, pero todas dejan un rastro de fracaso, desvalimiento, horror y muerte.

Estas notas psicologistas no aparecen en una exposición clara y lineal, ya que Lobo Antunes bus ca la verosimilitud de su indagación acudiendo a las formas complejas del vanguardismo narrativo propio de la última centuria. Los sucesos se fraccionan, el tiempo se disloca, la anécdota se minimiza. A esto se añaden asuntos de exposición enmarañada, construcciones verbales interrumpidas o rupturas en la puntuación. Todo ello bajo una escritura de raíz poemática en la que, a la manera de los temas recurrentes en una composición musical o con efecto parecido al de la rima en la lírica, unos motivos repetidos sirven de nexo o andadura del conjunto de la novela.

No cabe duda de la voluntad artística de Lobo Antunes ni de los logros parciales en expresividad de su obra. Pero tengo mis dudas al respecto de si su búsqueda de una construcción compleja y la gran exigencia de ella constituyen un mérito. Dicho de otra manera: si ese formalismo agrega mucho a otros modos de exposición menos rebuscados. Por ejemplo, el monólogo alternante de las mujeres termina por resultar muy mecánico. Hay, además, bajo esa intención novedosa un algo epigonal de autores como Virginia Woolf o Faulkner que han alcanzado cimas en procedimientos semejantes.

En el fondo de esta novela -tan vigorosa, por otra parte- se echa en falta un contenido narrativo más fuerte. Pertenece a un tipo de relato que se caracteriza por no interesarse mucho por la anécdota y por primar el discurso sobre la fábula, y por ello padece una limitación de raíz: el autor no dispone de una verdadera historia que contar, o desprecia hacerlo. La consecuencia es un libro sin duda importante, que empareja una estricta dimensión ética con un exigente empeño formal, aunque demasiado artificioso, de una dificultad grande, excesiva. Admiro el esfuerzo de Lobo Antunes y la seriedad de su escritura, pero su devoción formalista fatiga y ni enriquece ni facilita la comunicación de sus radicales preocupaciones.