Novela

El hombre más perseguido

Fernando G. Calderón

17 mayo, 2000 02:00

Premio Ateneo/C de Valladolid. Algaida, 168 páginas. 2.200 pesetas

El hombre más perseguido colmará las expectativas del lector ducho y juguetón. Porque jugar es el único el argumento de la obra

Que la novela era un juego una lo empieza a descubrir más tarde. El escritor inocente suele ser aquél que no sabe esconderse tras la impostura del juego novelístico. Por el contrario, el autor maduro se maneja bien en su rol de impostor. Esto viene al hilo de la novela con que Fernando García Calderón obtuvo el XLVI premio Ateneo/Ciudad de Valladolid, un libro para lectores avezados. Un obligado apunte biográfico acerca de su autor: García Calderón nació en Sevilla hace 41 años y lleva una década pululando por el incontaminado terreno de los certámenes literarios menores, una nada despreciable escuela, a juzgar por los resultados de su primera incursión en las largas distancias.

El hombre más perseguido es una novela sorprendente en muchos sentidos. Sorprende, en primer lugar, el lirismo y sobriedad de un estilo que se impone a la trama —tal vez demasiado, en algunas ocasiones— a la vez que refuerza la heterodoxa naturaleza del personaje-narrador. A lo largo de su discurso, esta voz nos arrastra literalmente del torbellino de su pasión por una mujer a los escollos de su fragmentada vida, sin regalarnos ni un diálogo o una descripción en donde detenernos a tomar aire. Esta voz narrativa es la mayor impostura, aquélla que no permite que el lector olvide que está leyendo un relato de ficción, pero, a la vez, es la mayor presencia de esta historia y también su mayor logro. La segunda sorpresa es, sin duda, la trama. Organizada como un juego de muñecas rusas, cada historia desencadena en otra, de modo que la novela está plagada de puntos de inflexión, de planteamientos y desenlaces. El autor no le da un respiro a su lector: le sorprende, le asusta, le desconcierta, le asalta con claves literarias -el París de los exiliados sudamericanos en el que aparecen nombres como Julio, Borges, Arlt, las constantes citas- o con descensos en picado hacia el alma del protagonista. Un protagonista, por cierto, que parece andaluz mucho más que el suramericano que se afirma que es en la cubierta posterior, pero en fin. En suma, una novela que colmará las expectativas del lector ducho y juguetón. Porque jugar, no lo olvidemos, es el único argumento de la obra.