Palabras recobradas
Arturo Barea
14 junio, 2000 02:00Hay que celebrar la nueva salida de La forja de un rebelde en un solo volumen y la recuperación de una amplia muestra de textos inéditos de Barea englobados en Palabras recobradas
El exiliado Arturo Barea (1897-1957) tuvo gran resonancia internacional hace medio siglo. Ello se debió a la sinceridad con que recreó la vida española entre los comienzos de la pasada centuria y parte de la guerra civil al hilo de su propia experiencia en la trilogía La forja de un rebelde. La mala conciencia occidental y los propios valores de la serie hicieron célebre su nombre fuera, a la vez que en la península despertaba interés y polémica. Luego, aunque La forja no dejó de leerse clandestinamente, su nombre fue apagándose. Tuvo un pasajero despertar gracias a los desvelos de José Esteban, que editó aquí tanto la trilogía como Valor y miedo, un incontrolable librito de cuentos aparecido avanzada la contienda. Y más tarde ha caído en un olvido casi absoluto.Por eso hay que celebrar la nueva salida de La forja de un rebelde en un solo volumen y, sobre todo, la recuperación de una muy amplia muestra de textos inéditos de Barea englobados en un grueso tomo, Palabras recobradas. Ambas iniciativas se deben al trabajo esforzado y entusiasta del profesor inglés Nigel Townson, quien, por si fuera poco, aún prolongará en breve su ejemplar labor con la recopilación de los cuentos del escritor trasterrado. Así estaremos en condiciones de juzgar en conjunto su importante figura, la cual crece mucho gracias a estas valiosas aportaciones que reclaman para él un notable lugar en nuestras letras de postguerra.
Nada cabe decir aquí que no fuera una frivolidad sobre la serie autobiográfica. Su relectura confirma la categoría de Barea como indagador apasionado y lúcido en el sustrato moral y material de la España de anteguerra. Fue grande el acierto de Barea al recrear con vivacidad y hondura las "penas y esperanzas de su gente", designio que le llevó frisando los cuarenta años a convertirse en escritor. Sí es necesario anotar que esta edición contiene algunos tímidos cambios de estilo. Son positivos, aunque insuficientes para restaurar el problemático estado del original castellano de la serie, perdido tras su primera salida en inglés.
Palabras recobradas asombra por lo mucho inédito que aporta y por el presunto interés, a la vista de lo publicado, de lo no poco que sigue desconocido. Es urgente que también esto salga a la luz -aunque la empresa no será fácil-, pues descubrimos a un Barea de muchos quilates en los distintos tipos de textos seleccionados. Se revela como un fino costumbrista en las estampas de la vida inglesa, medio donde pasó la mayor parte de su exilio, recogidas de charlas en la BBC. Un grupo de páginas, procedentes de artículos en "La Nación" bonaerense y de varios ensayos (es una pena que sólo se haya traducido un extracto de Struggle for the Spanish Soul, 1941) tienen una coloración política. El compromiso ideológico de Barea, bastante ponderado para la época, se expresa siempre buscando el equilibrio analítico y rehuyendo el fácil exabrupto (pueden verse sus perfiles de Franco o de Ortega), y, aunque sesgado por un persistente anticomunismo, da lugar a notables reflexiones políticas e históricas. El epistolario, demasiado breve, añade dimensión humana al tomo.
Otro gran bloque abarca ensayos y crítica cultural. Aparte la utilidad de algunos textos para el entendimiento de la propia obra de Barea, no faltan notables apreciaciones acerca de autores de signo muy distinto. Lo cual muestra una infrecuente flexibilidad, pero no un criterio acomodaticio, simple o condescendiente. Sabe valorar la aportación del 98; celebra, para nuestra sorpresa, la creatividad profunda de Gómez de la Serna; comprende bien, sin compartirla, la narrativa de Agustí; aplaude el realismo imaginativo de su admirado Sender; aprecia la novedad de Cela y Laforet, o censura a Torrente. Y hace un durísimo análisis de la falsificación de España cometida por Hemingway en Por quién doblan las campanas con reproches certeros que, curiosamente, se pueden aplicar a su fallida novela La raíz rota.
Estos escritos recobrados confirman una vocación no ocasional, de amplias inquietudes, juicios personales y variados registros que se asienta en una sólida idea moral: "Yo opino que arte es la expresión del ansia humana de romper los moldes estrechos de los hombres y llegar a los moldes infinitos de Dios". Mucho perdió la literatura española cuando escritores de esta talla tuvieron que desgajarse de un tronco común y hacer su obra de espaldas a su país.