Image: El alma del controlador aéreo

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Novela

El alma del controlador aéreo

Justo Navarro

13 septiembre, 2000 02:00

Anagrama. Barcelona, 2000. 221 páginas, 2.300 pesetas

Justo Navarro ha construido una excelente novela que es como un dilatado paisaje íntimo sobre un personaje meditativo, inseguro, pero lúcido en su incierta identidad: un tipo muy representativo del héroe sin atributos, sin fe y sin destino

Termina Justo Navarro El alma del controlador aéreo con una nota explicativa de apariencia inocua cuya última línea aclara que "los personajes y lugares reales" de la novela "sólo son personajes y lugares imaginarios". No se trata de un añadido convencional porque esa coletilla encierra la sustancia misma de la obra, su almendra de pensamiento, podríamos decir, la visión de la vida escéptica y relativista del autor, su convicción acerca de los inestables límites de lo real y sus reservas sobre la posibilidad de definir la personalidad. De este jugoso núcleo de cuestiones, tan intemporales como representativas de una sensibilidad muy actual, habla la novela.

El alma del controlador aéreo establece, a su vez, un lazo firme, aunque no muy llamativo, con el resto de la narrativa de Justo Navarro (Granada, 1953), pues ya sus títulos anteriores venían a hablar de la perplejidad que produce la misteriosa apariencia del mundo, cuya sustancia nunca se llega del todo a conocer. Es, en conjunto, una narrativa acerca de la inconsistencia de la vida, poblada de elementos enigmáticos, una de cuyas manifestaciones se observa en una figura reiterada por el autor, la del doble. Todo ello aparece como en eco en esta nueva novela, y debe subrayarse para advertir que, sin cambiar en el fondo de preocupaciones, también hallamos en buena medida un narrador diferente, más rico, más hecho, o definitivamente hecho.

Destaco esta apreciación por lo siguiente. Justo Navarro ha seguido, como novelista, una trayectoria ascendente en la que cada vez ha ocupado un lugar mayor el peso de la fabulación, que ha sustituido a un relato en sus comienzos muy impresionista y poco amigo de la intensidad anecdótica. Y desemboca ahora en esta novela que nos regala una historia personal -mejor, familiar- repleta de sucesos y personajes atractivos. Ello sin renunciar a las preferencias del autor y al servicio de las inquietudes señaladas. Así, este último Navarro es un narrador que cuenta cosas muy interesantes, y monta una fábula, en buena medida basada en un sabio suspense, amena, dentro, claro de una literatura densa y exigente.

El alma del controlador aéreo podría entenderse como una narración proustiana en la cual un percance del presente -la muerte en un accidente de un primo del narrador- dispara una reconstrucción biográfica que abarca al protagonista, a su familia y hasta al pasado próximo de una ciudad recorrida con detallismo urbano, Granada.
La abrumadora cantidad de datos realistas que muestra esta novela -negocios, infidelidades, muertes, hechos históricos- tiene la paradójica misión de servir a una pequeña epopeya de la apariencia, la mentira, la mistificación, el engaño... En suma, a la victoria aplastante de la falta de conciencia de la identidad. El problema central del protagonista es que no sabe quién es, ni qué saben los demás de él. Todo resulta evanescente, precario, inseguro, si no falso, y a ello debe añadirse la vivencia palpable de un múltiple deterioro, moral y material. Así que la vida -lo dice el protagonista, pero vale como metáfora de la existencia- no es otra cosa que una permanente espera.

Esta percepción de la realidad la recrea Justo Navarro en un relato que es un prodigio de construcción. La historia se organiza según un criterio que sigue las superpuestas capas que estratifican la memoria. Ello determina un continuo ir y venir por el tiempo, un encadenar sucesos por medio de perfectos saltos violentos, engarzados por distintos procedimientos asociativos. De ello sale una narración muy compleja, pero también muy natural. Muy eficaz desde un punto de vista narrativo, porque el peligro de esta clase de ejercicios formales radica en que predomine la artificiosidad constructiva sobre la cualidad emocional o intelectual del texto. Dicho de otra manera, en que prevalezca el discurso sobre la historia. Y es algo que no ocurre. Todo lo contrario.

A este acierto pleno se unen otros elementos: la calculada ideación metafórica del texto, las prudentes comparaciones, el estilo cuidadoso. Y, además, la oportuna contribución de otros factores propios de la narrativa tradicional pero que en esta novela el autor utiliza con toda propiedad para redondear este relato de sensibilidad modernista. Me refiero a los excelentes pasajes descriptivos de corte ambiental que animan la historia. Con estos rasgos Justo Navarro ha construido una excelente novela que es como un dilatado paisaje íntimo sobre un personaje meditativo, inseguro, pero lúcido en su incierta identidad: un tipo muy representativo del héroe sin atributos, sin fe y sin destino que parece encarnar a los seres humanos de este siglo agonizante.