Image: La educación de las chicas en Bohemia

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Novela

La educación de las chicas en Bohemia

Michal Viewegh

4 octubre, 2000 02:00

Traducción de Fernando Valenzuela. Metáfora ediciones. Madrid, 2000. 244 páginas, 2.800 pesetas

Viewegh escribe una prosa dinámica y corrosiva, y gracias a ello su novela deja un grato sabor de boca: un caramelo al que no se le puede pedir que nos sacie el hambre

Harán mal los lectores de esta novela en prestar demasiada atención al texto de su contraportada. En él se nos avisa que la protagonista de La educación de las chicas en Bohemia es un trasunto de la balbuceante democracia checa, y para llegar a esa conclusión hay que hacer un esfuerzo de imaginación excesivo, no impulsado tanto por el texto de Michal Viewegh como por la ilusión del editor. Michal Viewegh (Praga, 1962), autor de dos aplaudidas novelas y considerado como uno de los autores emergentes de la denominada generación post-Kundera, narra en La educación de las chicas en Bohemia -un auténtico "boom" en la República Checa, donde ha vendido casi medio millón de ejemplares- una aventura estrafalaria y delirante: un escritor que además se gana la vida dando clases, es contratado por un mafioso de Praga, uno de esos que se han hecho de oro después de la caída del comunismo, para que le dé clases de escritura creativa a su hija Beata, sumida en una depresión aguda después de cortar con su novio. Cree el mafioso que esas clases contribuirán a sacar de su mutismo a la bella Beata, y para ello ofrece una fortuna al narrador -cuya identidad no se camufla, y podemos reconocer sin problemas al propio Michal Viewegh en ese personaje- que trata de ayudar a su alumna y que, por supuesto, se enamorará de ella. El asunto como se ve tiene tintes inevitables de comedia, y es en ese registro en el que brilla la prosa cortada, concisa y corpulenta de Viewegh. Alternando la narración de sus relaciones con la alumna y su mafioso padre, con escenas situadas en el centro escolar en el que imparte clases, y otras localizadas en su entorno familiar -tiene mujer e hija y se esfuerza en escribir la primera novela posmoderna checa- el autor hace alardes de ingenio que van salpicando todo el texto haciéndolo adquirir un tono descreído y simpático. En un momento dado, al describir una escena especialmente grotesca, Viewegh apunta: parecía un gag de Woody Allen. Y la verdad es que toda la novela parece haber sido concebida por un alumno aventajado de Woody Allen, tiene el tono de las películas del director norteamericano y está llena de comentarios sagaces, chistes más o menos finos, greguerías hilarantes, digresiones divertidas. Gracias a ello, la novela se lee con muchísima facilidad, se sigue con verdadero interés. Pero es una de esas obras que no pesan apenas, quiero decir, que se leen con gratitud y se olvidan sin mucho esfuerzo.

En cuanto a la posibilidad de que Beata, la protagonista de la novela, una chica difícil cuya relación amorosa con el narrador marca el momento en que la novela demuestra que no puede ofrecernos más que lo consabido, sea un trasunto de la joven democracia checa, pues no sé: supongo que leer la novela con esa clave puede causarnos más sorpresas de las que la novela nos depara, aunque aún así, el resultado no tendría por qué variar un ápice. Puede que entre las ambiciones del autor se encontrara la de hacer un retrato divertido de la sociedad checa en la aún balbuciente democracia, pero de ser así, y por fortuna para el lector, habría irremediablemente que concluir que la literatura se le da mucho mejor que la sociología. Michal Viewegh escribe una prosa dinámica y corrosiva que está mucho más cerca de Hrabal que de Kafka, y gracias a ello su novela deja un grato sabor de boca: un caramelo al que no se le puede pedir que nos sacie el hambre, al que sólo debemos agradecerle que nos haya sabido endulzar el paladar durante una tarde cualquiera.