Image: Un hombre en la raya

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Novela

Un hombre en la raya

José Jiménez Lozano

18 octubre, 2000 02:00

Seix Barral. Barcelona, 2000. 224 páginas, 2.300 pesetas

Jiménez Lozano levanta su testimonio crítico en favor de las culturas rurales en trance de extinción en manos de un progreso aniquilador que se rige por el engaño y la simulación

Con la regularidad a la que nos tiene acostumbrados, al ritmo de una entrega por año, ha aparecido la última novela de José Jiménez Lozano (Langa, ávila, 1930), autor de una importante obra literaria que se reparte entre la poesía, el ensayo y, sobre todo, la novela. Un hombre en la raya constituye una nueva cala en los problemas de nuestro tiempo que más inquietan a este escritor afincado en Valladolid y que, a menudo, están enraizados en las disputas y contrastes producidos por la confrontación entre tradición y progreso, entre autenticidad y falsificación, con las consiguientes actitudes de resistencia en defensa de unos modos de vida amenazados de muerte, o de un oportunista aprovechamiento de la mejora material que puede ofrecer la explotación del progreso destructor teñido de modernidad.

La historia novelada se extiende por los últimos sesenta años de nuestro siglo, desde la Guerra Civil hasta los noventa. El espacio principal de su ambientación está en una recóndita aldea española situada en la frontera con Portugal. Atajo es un lugar aislado entre montes, en la raya geográfica entre dos naciones, con los habituales pasos fronterizos clandestinos por causas políticas y de negocios ilegales.

Hasta aquellas tierras llega al cabo de la Guerra Civil un hombre misterioso disfrazado de peregrino que tanto puede ser un desertor del bando victorioso como un fugitivo de los perdedores canino del exilio. Muchos años después, tras haber pasado por diversas experiencias en Madrid y en París, con participación en la lucha subversiva organizada por el partido comunista, aquel hombre vuelve a refugiarse en el aislamiento de Atajo, solo y apesadumbrado por el peso de un crimen cometido en la pasado. Allí, César Lagasca, viejo profesor de griego jubilado, llega a ser una cabeza de referencia entre aquellas gentes rústicas que le consultan sus problemas.
A partir de aquí la novela dibuja dos vías de conocimiento. Por un lado, salta a la vista el conflicto entre tradición y modernidad que afecta a todo el pueblo Atajo. En aquel paraje apartado del mundo se quiere construir un hotel para descanso y ocio de ejecutivos zarandeados en el tráfago de los negocios. Por otro lado, al fondo gravita la carga del pasado, con las heridas no restañadas de la guerra y la intimidad atormentada del forastero acogido en el lugar. Ambos planos convergen al final, cuando se pone de relieve que aquel viejo profesor de griego y lo que él puede representar ya no parecen tener nada que decir ante tantas modernidades que nada quieren escuchar. Porque la vida del pueblo ha sido adulterada por medio de calculadas técnicas de manipulación colectiva. Incluso sus tradiciones más respetadas, como la del Descendimiento, procedente de una antigua leyenda que se renovaba cada viernes de Semana Santa, han tenido que ser modificadas de acuerdo con el signo de los nuevos tiempos. Lo más grave está en que, como tantas veces sucede, las promesas no se cumplen y las esperanzas resultan fallidas porque todo estaba programado para otra salida menos confesable.

Un hombre en la raya es, por ello, un título polivalente. Además de en la situación fronteriza del pueblo, en la raya, en el límite vive también el falso peregrino y profesor de griego perseguido por el recuerdo del pasado; y en la raya, en peligrosa inestabilidad entre la tradición y el progreso, malvive estafado el pueblo ignorante de aquella aldea escogida entre montañas.

De este modo el autor levanta su testimonio crítico en favor de las culturas rurales en trance de extinción en manos de un progreso aniquilador que se rige por el engaño y la simulación. El humor, la parodia y, sobre todo, la ironía son los más eficaces resortes para desenmascarar los procedimientos de ese progreso reaccionario por falsificador de toda autenticidad en sus engañosas formas de vida. Por ello esta novela merece ser destacada tanto en su lúcido tratamiento de tan grave fraude cultural cometido en estos tiempos como en la riqueza de su estilo (sólo afeado por el abuso injustificado de laísmos).


Ensayista y narrador nacido en Langa (Ávila) en 1930, José Jiménez Lozano colaboró estrechamente con Miguel Delibes en El Norte de Castilla. De su obra ensayística destacan títulos como Nosotros los judíos (1961), Un cristiano en rebeldía (1963), La ronquera de fray Luis y otras inquisiciones (1973), Sobre judíos, moriscos y conversos (1982) y Guía espiritual de Castilla (1984). Como narrador ha publicado, entre otras, Historia de un otoño (1971), La salamandra (1973) o El grano de maíz rojo (1988). En el año 1989 obtuvo el premio de la Crítica y en 1992, el Nacional de las Letras.