Image: Peña Laja

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Novela

Peña Laja

Manuel Pimentel

18 octubre, 2000 02:00

Planeta. Barcelona, 2000. 359 páginas, 2.800 pesetas

Sería ridículo que quien jamás se calzó unas zapatillas de danza pretendiera debutar en una compañía profesional. O que alguien que jamás se lanzó a una piscina deseara de hoy a mañana nadar los cien metros mariposa. Sin embargo, el mundo editorial consiente constantemente que personas sin ningún bagaje literario debuten de pronto como novelistas sólo porque su nombre resulta familiar al gran público, desatendiendo un importante criterio: que el del novelista, como ningún otro en el mundo de la literatura, es un oficio que requiere años de aprendizaje y muchas horas de vuelo. Y que la novela es un género que, como ningún otro, delata la falta de experiencia de su autor.

Manuel Pimentel (Sevilla, 1961), fue Ministro de trabajo de la anterior legislatura del Partido Popular y actualmente es empresario. No hace falta leer la solapa de esta lujosa edición para entender que su novela parte de su fascinación por la historia y, en particular, por el ahora tan en boga asunto de los parientes remotos del hombre, que los descubrimientos de Atapuerca han potenciado. Así, Pimentel ha escrito una novela muy influenciada por el peor cine comercial donde ha recurrido a técnicas de best-seller para explicar la historia de algunos personajes alrededor de cierto misterio con homínidos ancestrales de fondo. No faltan, por supuesto, el policía, la periodista y el médico. El asunto que desencadena la acción: la desaparición de ciertos huesos fosilizados de un yacimiento burgalés donde un par de antropólogos acaban de descubrir restos del "Homo antecesor".

Lo mejor de la novela es, sin duda, su trama. Una trama, sin embargo, que nada aporta de nuevo a la mucha bibliografía
pseudocientífica sobre el asunto ni a los best-sellers norteamericanos a los que quiere emular.
Lo peor es el estilo: llano, repetitivo y enfatizado hasta la exasperación. Los diálogos son correosos, la acción demasiado lenta y el mismo perfil de los personajes parece rescatado de un catálogo de tópicos.
No cabe duda: a Pimentel le faltan muchas horas de vuelo para escribir una buena novela.