Image: La caida de Jonathan Edax

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Novela

La caida de Jonathan Edax

Cyril Connolly

25 octubre, 2000 02:00

Edición de Mauricio Bach. Grijalbo Mondadori. Barcelona, 2000. 127 páginas, 1.400 pesetas

No es fácil que Cyril Connolly (1903-1974) sea nunca un autor de mayorías. él debió buscarlo, quizá, en su juventud, y muy pronto se dio cuenta que su camino era más bien el opuesto. Educado en Oxford, snob sin llegar al ridículo, extremadamente culto y bon vivant, forofo de la literatura, de la bibliofilia, del ocio y de las mujeres, Connolly fue, en Inglaterra, mientras vivió, uno de los insustituibles paradigmas del crítico literario. No el que sigue modas metodológicas o universitarias, sino el que fundamenta su opinión en muchas y plurales lecturas, en el buen gusto del canon y en la idea añadida de que la modernidad (lo nuevo) no debe ser vista con desconfianza o recelo cerril. Un ejemplo.

Por lo demás, Connolly no ocultó nunca que él se consideraba un escritor frustrado, y que por eso había llegado a la crítica, lo que le permitió (en sus dos mejores libros) un ensayismo muy creativo. Connolly publicó en 1936 una novela, En el fondo del estanque que se lee bien, pero que no es ningún portento. Dejó otra novela sin terminar -Amparad esos laureles- que se editaría póstuma. Pero sus dos grandes libros, ensayísticos y creadores al tiempo, son Enemigos de la promesa (1938) y El sepulcro sin sosiego (1994) Todo esto está traducido al español, al menos desde los primeros 90 y digamos que, conociendo el cuerpo fundamental del autor, sólo nos quedarían hoy sus brillantes chispas y acaso una biografía, pues Connolly fue también un personaje. Darnos algo de la obra menor del crítico, es lo que ha hecho Bach en esta recopilación. Claro que Bach ha invertido los términos de Connolly. Todos lo tienen por un gran crítico y un narrador mediano; en La caída de Jonathan Edax y otras piezas breves parece lo contrario, pues los textos narrativos (incluso el que evoca el Londres de su juventud, con amoríos y esnobismo) son muy superiores a los textos críticos -sobre el oficio del crítico o sobre bibliofilia- que, aunque inteligentes, no dejan de ser artículos.

Sin duda lo más notable de este conjunto son dos parodias, escritas en 1961 y 1962, respectivamente. La caída de Jonathan Edax se escribió para un libro dedicado a los siete pecados capitales (con textos de otros tantos escritores) y a Connolly le tocó la codicia. Sin embargo, Jonathan Edax no sólo es la parodia, la sátira, de un codicioso, sino sobre todo de un coleccionista de primeras ediciones y piezas de arte, que en su afán coleccionador llega auténticamente al delirio. Es un relato delicioso donde, acaso, Connolly se critique también a sí mismo. Aunque dicen que se inspiró en A. J. A. Symons, el autor de The Quest for Corvo. El segundo de los relatos, paródico del estilo de su amigo Ian Fleming hará las delicias de los seguidores del famoso agente secreto, pues nos lo muestra en una misión (con un general soviético) convertido Bond en travesti. Evidentemente es parodia y exceso, pero demuestra que Connolly tenía unas claras dotes narrativas, además de obvia inteligencia. ¿Le faltó entonces voz, originalidad, estilo? Admiración de clásicos y modernos, bibliómano de buena ley -sus consejos al respecto son excelentes- Connolly, que amaba la crítica y se reía, autocompasivamente, de los críticos, dice esta gran verdad: "Escribir crítica es un trabajo a tiempo completo con un sueldo a tiempo parcial".
Un libro para letraheridos, muy exactamente.