Image: Un ser de lejanías

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Novela

Un ser de lejanías

DIARIO ÍNTIMO

13 diciembre, 2000 01:00
Un ser de lejanías



La parra roja de otros años, esa torre de sangre, la prima donna de todos los otoños, esa ópera de sangre improvisada en el jardín, que sube hasta los cielos, entre pavo real rojo y María Callas.


Pero yo voy y vengo, descienden sobre mí algunos de los más grandes premios del país, hay como una dulce conspiración a favor, y hablo del barroco con palabras barrocas, ha llegado un momento en que cualquier palabra mía se vuelve de oro, pero esto no puede ser verdad, un formidable equívoco me lleva, noches fuera de casa, viajes a la Castilla de sol y desmemoria, el reloj parado de los campos, los suburbios vináceos de la luz, y el Madrid de media tarde, los hoteles guirantes en mi fiesta, pero qué fiesta digo, mi desnudo de hoy en los periódicos, el éxito es un vértigo, arracimadas criaturas de la gloria, con cualquiera de estas muchachas pasaría una vida, pero luego me retiro a mis palacios de invierno con una yogurina choricilla que se ha venido, hombre, sin preservativo. La vida se acelera a cierta edad, o eso me parece, ¿será la gloria esta velocidad?, alcoholes y poetas de hace treinta años, también encuentro las palabras, donde voy yo va la electricidad, el carmín de una muchacha doliéndome toda la noche como una cicatriz, qué confusión de rostros y monedas, Madrid se multiplica para mí, ah la orgía de octubre, pasan noches urgentes, luminosas, como trenes felices, como pacíficos hogares en llamas, estoy mecanografiando sobre un papel escrito a mano por alguien, ¿cuándo escribo mi columna, se me ha olvidado la columna?, todo es columna, de cualquier cosa me nace una columna, recuerdo el rostro agudo y nocturno de la Siruelita, a la que siempre he deseado, pero cuando vuelvo a casa hay una torre roja, torreones de sangre de la parra, con sol del nuevo día. El otoño emborracha sin que pruebes el vino, he mirado la parra esta mañana, más sereno, bruñida por un sol de medio mes, y sus rojos se exaltan hasta el teatro, es un color muy fresco, una sangre monumental y edificada, ... ... la parra otoñece cada octubre, octubrece todos los años, y uno quisiera, como ella, crecer en soledad, tener una apoteosis anual que nadie mira y volver luego a la paz, el silencio de los vientos, la minuciosa vida de los pájaros, mientras el vino de la herida se va cayendo en hojas, decolorando en llamas, empalideciendo como la vieja prima donna, ahora en su verde desnudo, después de una semana de representaciones. Luego asoma la osatura del árbol, el ramaje del tiempo, el esqueleto de la diva muerta, y sólo quedan unas hojas malheridas, como encendidas aves suspirantes, en el agua de un azul acérrimo.
Se acelera la vida para morir como se enciende la parra para deshojar, como se incendia la Callas del jardín para cantar por última vez. Ya me habría precipitado en el abismo, ya estaría del otro lado de mi yo, perdido irremediablemente, agónico de éxito, si no mirase la parra todas las mañanas, todas las tardes, con templanza y amor, con serenidad y aprendizaje ante su violenta túnica.


La gloria es cosa de un otoño, el otoño de la parra son tres días, el lujo de la sangre es una noche, y luego te vas muriendo en los espejos, o te retiran los camareros del hotel, los ujieres del triunfo, como van retirando las consolas de verdad, no las de uso, hasta otro año. Triunfar en todas las direcciones, de pronto, es peligroso, es fatal y mortal. Hay que levantarse temprano y, antes de sentarse a escribir, mirar la altísima parra, su hermoso cuerpo, ver cómo se le desprende el color en hojas, cómo le asoma ya la carcavera. Cualquier coche viene luego a recogerme, otra vez la interminable luz de las bandejas, donde me veo feo, nada católico y poco sentimental. El éxito está lleno de bandejas de plata de donde, de pronto, se cae tu imagen, con estruendo de gong, se le cae a un camarero de las manos, y te retiran como a los borrachos. Cómo miro la parra, metáfora involuntaria de una vida, brevísima temporada de recitales rojos, eso es el triunfo, el haber llegado, me lo pregunta una vieja bohemia de gorro negro y cuello que tiembla angustioso ¿qué es la gloria, Umbral, qué se siente?, nada, mujer, el éxito está vacío.