Novela

La sombra de La Habana

Varios autores

13 diciembre, 2000 01:00

Ediciones del Bronce. Barcelona, 2000. 173 páginas. 2.200 pesetas

La idea de reunir en un volumen relatos de cinco escritores que tratan de la ya mítica capital cubana partió de Liliane Hasson. La selección no es heterogénea, ya que agrupa autores de diversas promociones y en situaciones literarias y vitales diferentes. Manuel Granados (nacido en Camagöey en 1930, se exilió en París en 1992, donde murió en 1998) es el mayor de los cinco. Miguel Mejidas y Carlos Victoria nacen en 1930; pero el primero reside en La Habana, mientras que el otro se exilió a Miami. Zoé Valdés, la más conocida en España, nació en 1959 y se exilió en París en 1995. En 1996 fue finalista del premio Planeta. Sin embargo, todos ellos presentan características comunes, visiones de la ciudad muy próximas, aunque estéticamente diferentes. La mayoría coincide, por ejemplo, en relatar La Habana nocturna durante las restricciones eléctricas. Pero se huye del realismo social a través de la imaginación. C. Victoria, con un personaje que da título al relato, "El resbaloso", que, como otro "Diablo Cojuelo", untado de grasa animal y desnudo, entra y sale de los domicilios y hasta de los restaurantes. Ponte, en "Corazón de Skitalietz", relata el amor entre Escorpión y Varanda en la más desolada de las miserias; Mejides inventa en "El hombre de ninguna parte" una sociedad secreta formada por enanos que viven en las alcantarillas y que suministran lo necesario para que la vida no se resienta en la superficie. El simbolismo de los seres constituye la radical denuncia.

"Manuelo y la noche", de Granados, plantea la situación de los negros y describe la ciudad: "La Habana es una puta vieja y pintarrajeada, una ridícula vieja viciosa, loca, histérica; una deliciosa señora que, vestida de largo bajo una sombrilla, canta óperas de Verdi". Pero Zoé Valdés, con mayor oficio, ofrece en "Vivir del cuento habanero", texto ya publicado, un brillante ejemplo de recreación verbal, lleno de sabiduría lingöística y humor. Todos coinciden en la nostalgia por La Habana difunta (el maestro sigue siendo Cabrera Infante) y todos se manifiestan críticos respecto a las formas actuales de supervivencia material y moral.