Image: Vurt

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Novela

Vurt

Jeff Noon

20 diciembre, 2000 01:00

Traducción de Isabel Núñez. Mondadori. Barcelona, 2000. 333 páginas, 1.950 ptas

El asunto de Vurt no puede ser más clásico: se trata de una búsqueda, un rescate emprendido por un tal Scribble que perdió, y necesita recuperar conducido por las propias llamadas de auxilio procedentes del ámbito donde sucedió la pérdida, a su hermana Desdémona. Pero el lugar donde aconteció esa pérdida no es un espacio físico al que se pueda llegar siguiendo un rumbo real: ese lugar se encuentra en una atmósfera distinta, un pliegue de la realidad creado por la conciencia activada por una droga llamada Vurt. Alrededor de esta droga y de toda una parafernalia futurista donde los perros de carne y hueso son criaturas escasas y de las sombras surgen policías intrépidos, y hay "vurterías" donde se venden las plumas -que es la forma que la droga ha adquirido-, Noon va irguiendo un mundo imaginario y nocturno por el que trascurrirá la expedición que busca a Desdémona. Hay varias clases de plumas: las azules, que facilitan los sueños seguros y legales. Las rosas, que proporcionan experiencias pornográficas. Las negras, que son ilegales. Y las amarillas, que deben evitarse a toda costa y son difíciles de conseguir. Por supuesto estas últimas pueden producir las experiencias más portentosas, pero también puede uno quedarse dentro de los límites de ese lugar al que las vurt amarillas conducen. Y eso le pasó a Desdémona. En su viaje amarillo, acompañada de Scribble, fue capturada y canjeada por un alienígena, que es lo que su hermano se trajo de aquel pliegue de la realidad.

éste es el esqueleto de la primera novela de Jeff Noon, autor británico que ha sido alegremente comparado con Philip K. Dick y con Lewis Carroll, y que confiesa sus deudas con Blade Runner y el cyberpunk. Con una prosa que no le hace ascos al más descarnado lirismo, Noon crea un futuro desolador en el que la única manera de arrostrar la realidad consiste en borrarse de ella por medio de las plumas de vurt. Las experiencias que éstas remiten a los usuarios están sabiamente codificadas: de hecho, lo primero que aparece en la mente del que las toma son los títulos de crédito, o sea, la sustancia ingerida utiliza al cerebro del cliente como pantalla segura de una carga de imágenes. En este sentido, ese hallazgo puede recordar a la película de K. Bigelow Días Extraños.
El guía oficial en Vurt es un especialista llamado Gato Cazador, del que se intercalan en la narración informaciones específicas sobre las propiedades de las plumas y sus efectos más evidentes. Gato Cazador, travestido en metafísico, nos susurra: "Despierto, sabes que los sueños existen. En un sueño, crees que el sueño es la realidad. En un sueño, no tienes conciencia del mundo despierto. Lo mismo ocurre con Vurt. En el mundo real sabemos que Vurt existe. Dentro de Vurt pensamos que Vurt es la realidad".

La posibilidad de que una droga, en tareas de poción mágica, cree otro mundo habitable, no es por supuesto nueva, y ya ha sido perfilada en algunas novelas y relatos de ciencia-ficción (Henry Kuttner, Fredric Brown, o Mijail Agueev pueden servir de ejemplo), un género desatendido por la crítica académica y resuelto a pesar de todo a salir de los guetos en los que fue situándose desde sus fervorosos comienzos. Esa pugna entre la realidad virtual y la realidad a secas, alimenta buena parte de la ciencia-ficción que se ha escrito en estos últimos años, y desde luego es el motor principal de las páginas de Vurt. Cuando se llega a ese lugar al que se accede a través de la sustancia que inyectan las plumas en las gargantas de los que se drogan, los códigos de comportamientos están tan fijados como en la realidad que se abandona. Por ejemplo, hay varios niveles puros de existencia: Perro, Humano, Robot, Sombra y Vurt. Pero lo puro es pobre, según reza un eslogan que se repite continuamente en esa región imposible, así que para combatir la pobreza son necesarias las mezclas, la mezcla que confunde realidad e imaginación, la mezcla que confunde vida y muerte, la mezcla que confunde lo humano y lo animal.

Este alegato contra la pobreza de lo puro es acaso, en cuanto a caudal filosófico, lo más destacable de la novela: un artefacto defectuoso pero interesante, pues está lleno de brío en su arranque y de ingenio y valentía en sus planteamientos, aunque el vigor del comienzo se extravía en forzados laberintos líricos cuando la novela avanza. Pero hay en Vurt lo suficiente como para que Jeff Noon haya creado con sus énfasis y ambiciones uno de esos relatos que consiguen eludir las vallas que cercan el gueto de la ciencia-ficción y que merecen consideración como literatura de excelente calidad.