Image: Actores frente al espejo

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Novela

Actores frente al espejo

García Hernández enfrenta a Luppi y Rabal en "Divertimento"

10 enero, 2001 01:00

Francisco Rabal y Federico Luppi en diversas escenas

Cualquier director suspiraría por un reparto como este: Francisco Rabal y Federico Luppi enfrentados, dos caras de una misma moneda, antogónicos y cómplices a un tiempo. El joven director José García Hernández les ha exprimido lo mejor de sí mismos en Divertimento, ópera prima basada en un guión de Manuel Ortega que se estrena el viernes. Dos actores en la realidad y en la ficción llevan las riendas de un thriller psicológico que planea sobre el precio de la ambición y la fama. Teatro y cine se dan la mano y se retroalimentan en Divertimento.

No compartían plano desde que Mario Camus les juntó en su irregular La vieja música (1983), una de las cintas más olvidables del cineasta cántabro. Casi veinte años después, el novel José García Hernández les ha otorgado todo el peso de su ópera prima, Divertimento, y Federico Luppi y Francisco Rabal se miden y se estudian y hasta se comparan en una especie de desdoblamiento interpretativo. Actores de doble espejo, en la realidad y en la ficción, ambos exprimen todo el jugo de sus artes en el oficio: la intensidad de muecas, los silencios elocuentes, los textos siempre en comunión con las miradas. "Paco (Rabal) es pura intuición, no sé de dónde saca esa fuerza, esa magia, con un simple chasquido ya es otra persona. Luppi es distinto, es mucho más técnico, más científico", señala el joven director, también co-productor del filme, forjado en el campo de la publicidad y la televisión y con cuarto cortometrajes a sus espaldas.

En el guión escrito por Manuel Ortega, el actor argentino está llamado a dar vida a Daniel Osantos, un popular actor de televisión que ha encontrado el papel de su vida en el teatro. Su inseguridad como actor le lleva a entrevistarse con el legendario Bernardo Gabler (Rabal), que ha interpretado el mismo papel durante toda su vida. El vetarano (y decepcionado) rey de las tablas no confía demasiado en Osantos, de modo que le propone un juego, basado en diversas pruebas de resistencia, para determinar si está capacitado para el papel. "Lo que más me atrajo del guión fue el thriller psicológico que se planteaba -comenta García Hernández-. La historia no deja aliento al espectador, y además presenta un interesante trasfondo sobre la ambición y la vanidad".

Luppi confiesa que "un poco egoístamente, la base era tener la experiencia con Paco", si bien ambos actores se interesaron enseguida por el guión. "Tenía una historia bastante complicada, nada demagógica ni fácil para el público, aunque discutimos ciertos asuntos para que las actuaciones no fueran demasiado ripiosas", explica el actor argentino. "Hablando con los actores -continúa el director-, decidimos conducir el guión al realismo, porque se acercaba demasiado a la fábula y al cuento. Realizamos muchos ensayos y entre los tres fuimos puliendo los diálogos y personajes. De hecho, Rabal aportó a su papel dosis de ternura de las que al principio carecía".

Entre Mankiewicz y Mamet

Excepto algunos exteriores que sirven de prólogo y epílogo, prácticamente toda la acción del filme se situá en el teatro abandonado el Jofre de Ferrol, envolviendo al thriller del mismo sentimiento claustrofóbico y sórdido que se adueña de Daniel Osantos. Para la decoración del teatro, el joven director también se sirvió de un profesional de elite: el director artístico Gil Parrondo. "Trabajar con Gil ha sido fantástico. Sitúo su importancia a la misma altura que la de los actores, porque sin él la película sería completamente distinta", afirma el realizador.

Si al carácter teatral del filme y a la supremacía de dos titantes de la interpretación sumamos las vueltas de tuerca que discurren a lo largo de toda la trama, provocando continuos sentimientos antagónicos en los espectadores respecto a los protagonistas, resulta casi inevitable establecer comparaciones con la obra maestra de Joseph L. Mankiewicz La huella (1972), en la que Laurence Olivier y Michael Caine disputan una contienda verbal e interpretativa similar a la planteada en Divertimento. Sin embargo, García Hernández quiere huir de las comparaciones: "Antes de rodar ya me señalaron en varias ocasiones el parecido; pero desde el prinicipio me he querido alejar de la película de Mankiewicz, sobre todo porque es una obra maestra, y no resulta un buen punto de partida para establecer comparaciones". Aunque reconoce que revisitó La huella antes del rodaje -"la vi pensando mucho en el guión"-, el director afirma que en ningún momento le ha servido de referencia: "Ese tipo de cine, es decir, el teatro dentro del celuloide, es algo precisamente de lo que siempre he querido huir. He intentado mover mucho la cámara, sacarla del escenario y llevarla a los pasillos, a los camerinos... Como director, me siento mucho más cerca de David Mamet que de Mankiewicz. Creo, por ejemplo, que una película como Glengarry Glen Ross está mucho más cerca de Divertimento que La huella".

Sin divismos

Con las alforjas cargadas de sentido común, García Hernández confiesa que el 80% de los errores y aciertos de una película reside en el guión y los actores, y que Divertimento no se salva de este baremo. Desde el principio tuvo claro el protagonismo de Rabal, que para su sorpresa y alegría aceptó el papel nada más leer el guión, sin preguntar siquiera el presupuesto de la película. "Lo difícil era encontrar a alguien que le aguantara el plano y, sobre todo, que estuviera dispuesto a aguantárselo", añade. Luppi cuenta así su reacción: "Cuando me proponen trabajar en esta historia, debo confesar que al principio todo me acojonaba un poco, porque no resulta fácil estar cerca de un hombre que ha hecho tanto y tan bien en el cine, sobre todo en una película tan susceptible de comparaciones".

Con los dos titanes a sus órdenes, y la posterior incorporación de Gil Parrondo al proyecto, José García no podía permitir que la película se le escapara de las manos. "Aunque al principio no paraba de pensar en el lío que me había metido, lo cierto es que a los pocos días se dieron cuenta de que tenía toda la película en la cabeza, y como todo profesional siguieron mis instrucciones sin ningún tipo de divismo en la actitud", recuerda García Hernández. Como principal objetivo, el realizador quiso escapar del concepto teatral implícito en la historia, reinterpretar un guión que, a diferencia de la inmensa mayoría de las óperas prima, no era de cosecha propia -"Tenía miedo de dirigir una historia que sólo me importara a mí"-, y respetar el espíritu de una trama que, siempre desde el baremo metafórico, se alimenta de los conceptos contemporáneos de la fama, la ambición y el trabajo fácil. "Es básicamente una trama negra, esperpéntica y ácida. Me obsesioné mucho con los personajes, y en mi forma de entender la película siempre buscaba una luz y unos colores apropiados para los actores. Toda la estética de la película, sus movimientos de cámara y silencios, juega a favor de ellos", explica el realizador.
"Por otro lado -comenta Federico Luppi-, estaba la complicación como actor de manejar un texto tan absorbente y físicamente exigente (golpes, encontronazos, carreras y mucho frío). Teníamos que acercarnos a conceptos límite, el sentido de la vida y de la fama, que además son cosas muy afines a los actores, siempre preocupados por el final de sus carreras, por cuándo les abandonará la imagen". Es sin duda otro de los temas en los que abunda Divertimento, el momento en que el cuerpo, lugar de exposición de todo actor, ya no responde a las reglas del mercado: "Ser actor es convivir con la soledad del corredor de fondo, algo que hiere y aniquila mucho, emocionalmente conflictivo, de carácter malsano, donde sabes que debes recorrer un cierto kilometraje y luego recurrir a un segundo aliento. Aunque sea para morir de pie. En eso consiste el divertimento".