Image: Tratado sobre la República de Florencia

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Novela

Tratado sobre la República de Florencia

Girolamo Savonarola

10 enero, 2001 01:00

Edición y traducción de Francisco Fernández Buey. Los libros de la Catarata. Madrid, 2000. 149 páginas, 1.400 pesetas

Es en el nuevo contexto reformista donde hay que situar esta recopilación de escritos teológico-políticos -inéditos en castellano- del profeta dominico, más célebre en nuestro país por su idiosincrasia hierética y su muerte en la hoguera que por su reflexión

Adoptar un punto de vista comparativo a la hora de analizar los momentos clave de nuestra historia moderna siempre implica un diálogo fecundo. En este sentido cabría detectar una profunda línea de continuidad entre la Oratio pro Ecclesia de Girolamo Savonarola (1484) y la redacción luterana de las Tesis de Wittenberg (1517). Pese que cierta distancia temporal y geográfica las separa, ambas fechas marcan un decisivo desplazamiento de la cosmovisión medieval y su respectiva concepción político-antropológica. Es en este nuevo contexto reformista donde resulta pertinente situar esta recopilación de escritos teológico-políticos -todos ellos inéditos en castellano- del profeta dominico, desgraciadamente más célebre en nuestro país por su idiosincrasia herética y su muerte en la hoguera que por su interesante reflexión política.

Tratado sobre la República de Florencia, Compendio de Revelaciones y A un amigo son los tres escritos que componen esta primera entrega, cuya segunda parte se anuncia próximamente en esta misma colección. De los tres, particularmente importante es el primer escrito citado, pues ayuda a dotar de matices a esa ambigua y curiosa "anomalía salvaje" del Renacimiento que fue Savonarola. De hecho, el Tratado sobre Florencia (1498), escrito poco antes de su detención, revela al profeta desdoblado escindido entre su fervor religioso como instrumento de la divinidad y el tono conciliador que es menester en la arena política ¿Mera contradicción personal o síntoma de las tensiones de la época? Sea como fuere, este breve escrito arroja luz sobre el enigmático personaje que, conduciendo la rebelión popular y patricia contra Piero de Médicis, termina siendo trágicamente abandonado por ese pueblo que tanta fe depositó originariamente en él. De ahí la importancia de Savonarola y la necesidad de abordar su compleja personalidad. Un interés que si bien alcanzó cierta hondura psicológica en la excelente novela Romola de George Eliot, también hizo -conforme a la línea de interpretación inaugurada por Burckhardt- al precio de calificar al dominico hereje de intransigente y autoritario.

Al hilo de estos interrogantes surge, pues, esta magnífica edición anotada y traducida por F. Fernández Buey: como un intento de cuestionar esta interpretación dominante o, al menos, dotar de claroscuros a esa arraigada y grosera caricatura del Savonarola fundamentalista y antimoderno. Pues, ¿qué poderoso efecto de seducción tendría este "predicador de los desesperados" para influir tan poderosamente en figuras de la talla de Miguel ángel, Ficino o Pico della Mirandola? Contrasta, en efecto, la imagen medieval del Savonarola proyectada por Burckhardt -pueril, indiferente a la política, antifilosófica, antiliberal y profundamente dogmática- con la que se ofrece en estos tres escritos, en los que el furibundo espíritu reformista convive trágicamente con un talante más pragmático y moderado, donde, como bien dice Fernández Buey aludiendo a las palabras de Maquiavelo, "el profeta desarmado se convierte en republicano". Ciertamente, en ese sentido cabe cuestionar la imagen de ese Savonarola, "todo fuego y llamas" y enemigo acérrimo de la gloriosa luminosidad renacentista. Mas en estas tres breves obras -analícese su espíritu radical de reforma moral en el tratado sobre Florencia- también cabe observar algo menos decisivo en lo que respecta a su posición en el mundo moderno: la inquietante relación del caudillismo con la emergencia del individuo burgués. Bajo la crítica, no exenta de cierto resentimiento, a la "religión corrupta" y a la "ostentación del poder", Savonarola sienta las posibles bases de un nuevo orden, el capitalista.

Las incipientes virtudes de este nuevo individualismo -amor al trabajo, obedencia a la autoridad, desprecio a los sentidos- son promulgadas a las masas desde el púlpito por un intérprete exclusivo de la palabra divina. El papel activo que en Savonarola cumple la predicación y la figura del caudillo nos sitúa en un territorio político ya muy lejano de las asambleas de la "polis" griega. Asimismo, la identificación entre Florencia y la "nueva Jerusalén", origen y motor de la nueva reforma espiritual, puede interpretarse como un nuevo modo de apuntalar otros poderes. Como afirmaba Marx, no pocas veces los vivos invocan a los fantasmas del pasado y toman prestado sus consignas de lucha para representar con esas viejas vestiduras la nueva escena de la historia del mundo.