Image: Un viaje al centro del agua

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Novela

Un viaje al centro del agua

La Hidrogeología, un apoyo al plan hidrológico

10 enero, 2001 01:00

Mapa de España con la distribución de las formaciones de mayor permeabilidad

España es uno de los países con mayor cantidad de acuíferos subterráneos en el mundo. Sin embargo, el anteproyecto del Plan Hidrológico Nacional apuesta por la construcción de más infraestructuras hidráulicas, despreciando las reservas de agua subterránea. El geólogo Juan María Fornés analiza para EL CULTURAL el abastecimiento de acuíferos en España, cuyo uso adecuado podría paliar, pese a las enormes lluvias caídas en los últimos meses, los problemas de agua en muchas poblaciones.

La Hidrogeología es la ciencia que estudia la fase subterránea del ciclo hidrológico, es decir, las aguas subterráneas. Hasta época reciente, en España los estudios de aguas subterráneas han estado más vinculados a la investigación geológica que a la hidrológica. Gracias a las formulaciones matemáticas de científicos centroeuropeos y norteamericanos sobre aspectos hidráu- licos y de mecánica de fluidos, iniciadas en el siglo XIX; al desarrollo de la técnica de perforación de pozos aportada por la investigación del petróleo, y al invento y comercialización de los equipos motobomba sumergibles, se sentaron las bases de la extraordinaria difusión que ha experimentado la Hidrogeología y el uso de las aguas subterráneas en todo el mundo, fundamentalmente en la segunda mitad del siglo XX y, especialmente, en los países áridos y semiáridos.

Hasta hace unos decenios, en España era frecuente ver la figura sufrida y amable del borrico de noria sacando agua subterránea para regar una pequeña extensión de tierra. Actualmente, esta imagen ha sido sustituida por la existencia de un número no pequeño de pozos, entre uno y dos millones según los expertos. Este desarrollo de las aguas subterráneas ha sido posible casi exclusivamente gracias a la iniciativa privada. Se puede decir con rigor que las aguas subterráneas no han sido atendidas ni entendidas por parte de la Administración hidráulica. Ante este panorama, podemos preguntarnos: ¿Por qué no se han considerado las aguas subterráneas en la planificación hidrológica española? ¿Por qué no se ha prestado a las aguas subterráneas una atención equiparable a las aguas superficiales?

Para explicar esta paradoja habría que remontarse a mediados del siglo XIX. El suministro de agua potable a Madrid era, hasta 1858, de origen subterráneo mediante los llamados "viajes de agua". El fracaso de los sucesivos intentos de captar "aguas ascendentes" ante el aumento de la población, se debió en buena parte a que la prospección de las aguas subterráneas de Madrid se realizó de acuerdo con un modelo hidrogeológico conceptual que siguió el modelo de la cuenca de París. Este modelo que, de acuerdo con los conocimientos que hoy se tienen, fue erróneo, persistió como esquema de prospección de aguas durante más de un siglo. Si se tiene en cuenta el sistema centralizado de la Administración y la tradicional lucha de competencias entre los Cuerpos Especiales de Ingenieros de Minas e Ingenieros de Caminos, se comprende que los fracasos de captación de las aguas subterráneas de Madrid hayan jugado un papel importante para que en la política de aguas se haya ignorado prácticamente la existencia de las aguas subterráneas en los libros de planificación hidrológica oficiales, redactados desde 1902, con el denominado Plan Gasset.

Las formaciones geológicas que son capaces de almacenar y transmitir el agua subterránea en cantidades significativas mediante pozos, se denominan acuíferos. Los terrenos acuíferos se distribuyen de forma amplia y desigual por toda España. En conjunto, ocupan una superficie de unos 177.000 km2, es decir, la tercera parte del país. Sin embargo, hay que tener un gran interés, tanto para abastecer a pequeños núcleos de población como para usos agrícolas e industriales. Un claro ejemplo sería, entre otros, Galicia y la Sierra de Madrid. Se puede, pues, afirmar que España es un país rico en aguas subterráneas, tanto en cantidad como en calidad.

Las estimaciones de la cantidad de agua subterránea dulce y extraíble que hay en España, suelen oscilar entre 150.000 y 300.000 hm3, teniendo en cuenta sólo el agua almacenada hasta profunidades de 100 ó 200 metros en los principales acuíferos. Hay acuíferos que tienen espesores mayores de 200 metros. Por ejemplo, el denominado acuífero de Madrid, tiene más de mil metros de potencia y se estima que sus reservas de aguas subterráneas son del orden de 50.000 a 100.000 hm3. La recarga anual de todos los acuíferos españoles se estima en 30.000 hm3/año. Sirva como comparación para valorar la gran capacidad de almacenamiento de los acuíferos, que la capacidad máxima del conjunto de los 1.200 embalses que hay en nuestro país es de unos 56.000 hm3 .

Hay que señalar que España es, con mucha diferencia, el país de la UE con mayor número de presas por habitante (30 por cada millón de españoles). Incluso a escala mundial sólo es superada por cuatro países que, por su escaso número de habitantes, no son estadísticamente representativos. En cifras absolutas, ocupa el cuarto lugar después de países de las dimensiones de China, Estados Unidos y la India. Este hecho contrasta enormemente con la infrautilización que se hace de las aguas subterráneas para abastecimiento urbano.
La utilización total de agua en España es de unos 30.000-35.000 hm3/año (1 hm3 es el equivalente al volumen de agua almacenado en el estado Santiago Bernabeu hasta las tribunas más altas). Como en casi todas las regiones con clima árido o semiárido, la mayor utilización se produce en el regadío, para el que se destina en España el 70-80% del agua derivada de ríos, embalses y acuíferos. Tan sólo un 10-15% se emplea en abastecimientos urbanos y el resto en usos industriales y en la refrigeración de centrales termoeléctricas. En los últimos documentos oficiales, no se incluyen en estas cifras los usos para producción de energía hidroeléctrica por no considerarlos usos consuntivos, aunque sí pueden condicionar las disponibilidades de agua para otros usos y también ocasionar fuertes impactos ecológicos.

De estos 30.000-35.000 hm3/año, aproximadamente un 15-20% corresponde a la extracción de aguas subterráneas. Es decir, se utilizan sólo del orden del 20% de los recursos subterráneos que se renuevan cada año. La infrautilización de las aguas subterráneas es especialmente relevante en los abastecimientos urbanos, en los que sólo el 22% del agua es de origen subterráneo. Según la Agencia Europea de Medio Ambiente (EEA), España ocupa el último lugar de la UE. En Estados Unidos, aproximadamente la mitad de la población se abastece actualmente con aguas subterráneas.

La EEA destaca las ventajas económicas, ambientales y de calidad de las aguas subterráneas para este uso en torno al 75% en países con suficientes acuíferos. Esta escasa utilización es más preocupante si se considera la variablidad climática y el papel tan importante que pueden desempeñar las aguas subterráneas en periodos de sequía. De hecho, las poblaciones que se abastecen de aguas subterráneas, como Barcelona y Pamplona, nunca han tenido restricciones de agua. En cambio otras como Bilbao o Cádiz, que sólo usan aguas superficiales, sí han padecido restricciones de sequía en los últimos veinte años.

Las cifras hablan por sí solas. Corresponde al lector formarse su propia opinión sobre el modo en que se está realizando la gestión hidrológica en España, y que seguirá en los mismos términos en caso de que no se mejore claramente el Anteproyecto de Plan Hidrológico Nacional propuesto por el Ministerio de Medio Ambiente en septiembre de 2000. Este anteproyecto implica un desprecio casi total por las aguas subterráneas, y apuesta por la construcción de más de cien grandes infraestructuras hidráulicas.

La Directiva Marco del Agua, recién aprobada por la UE, es un reto que tiene España, al igual que los estados miembros, y que no puede dejarse de lado a la hora de establecer la planificación hidrológica de nuestro país para los próximos decenios. El enfoque de los problemas hídricos de la Península Ibérica a la luz de la Directiva Marco del Agua fue el asunto central del II Congreso Ibérico sobre Planificación y Gestión de Aguas celebrado en noviembre de 2000 en Oporto, con el apoyo de 70 universidades de España y Portugal. Allí salieron a relucir una serie de soluciones y conclusiones muy distintas a las planteadas en el anteproyecto mencionado. Parece, pues, absolutamente necesario que haya un contraste de ideas y datos, un debate constructivo. Y para alcanzarlo, hace falta un mínimo de tiempo.