Image: Violencia latente

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Novela

Violencia latente

Las obras de la brasileña Rosângela Rennó en Madrid

10 enero, 2001 01:00

Mad Boy, de la Serie Roja, 2000.

Galería Juana de Aizpuru. Barquillo, 44. Madrid. Hasta el 7 de febrero

Rosângela Rennó (Belo Horizonte, Brasil, 1962) vive y trabaja en Río de Janeiro. Formada en distintas escuelas, en 1997 se doctora en la Escuela de Arte y Comunicación de la Universidad de São Paulo. Rennó, que comienza su andadura artística como fotógrafo de moda, lleva exponiendo en Brasil desde 1985 (y desde 1995 en la galería Camargo Vilaça) y alcanza fama internacional a raíz de la muestra que, en 1996, le dedica el Museo de Arte Contemporáneo de Los ángeles. Con varios premios de fotografía en su currículum, en 1999 obtuvo el premio de Arco electrónico.

Lentamente, la obra de la brasileña Rosângela Rennó va dándose a conocer en España. En 1997, el mismo año en que recuerdo su presencia en la edición de ARCO, de la mano del imprescindible y hoy lamentablemente ausente, Marcantonio Camargo, la galería Luis Adelantado de Valencia le dedicó la primera individual que celebraba entre nosotros. Al año siguiente, Octavio Zaya, que había comisariado la sección latinoamericana de ARCO, la incluyó entre los participantes en Trasatlántico, que tuvo lugar en el CAAM de Las Palmas. En 1999, sería Estrella de Diego, la que le haría formar parte de la muestra A vueltas con los sentidos, que tuvo lugar en la Casa de América, de Madrid. No pude ver la muestra de Luis Adelantado, de modo que, hasta la fecha, mi conocimiento de su labor, se reducía a algunas de las fotografías de la serie titulada Cicatriz -expuestas en ARCO y el CAAM, y a cuya exposición en el MoCA de Los ángeles debe gran parte de su fama internacional- y a la pieza Realismo Fantástico, 1991-94, proyectada en el Pabellón de Caballerizas.

Las primeras se corresponden con una de las vertientes de su labor fotográfica, aquella en que la artista se sirve de los archivos de fotografías anónimas o de seres más o menos desconocidos, en este caso, el de un médico de los años 30, opuesto a las tesis de Lombroso, que había reunido imágenes de presos en cárceles brasileñas. Rosângela Rennó lo recuperó y se fijó en los tatuajes exhibidos por éstos, que mostraban la paradoja de sus contenidos: las palabras AMERICA o AMOR, la estrella de David, retratos femeninos o la cabeza, monda, de un Cristo. La segunda obra, anterior en el tiempo a la que he comentado, era una proyección luminosa que trazaba un teatro de sombras sobre las paredes de la sala.

Sobre esos dos vectores, el uso de la fotografía y la fragmentación o la dilución de la imagen fotográfica en su propia esencia, para hacer de la imagen opacidad de la memoria y reclamo del presente, ha girado, a mi juicio, su obra de los últimos años. Una obra que se inscribe, por razones de especie más que de género, en el conjunto de las que llevan a cabo otras artistas mujeres de Latinoamérica que, progresivamente, están dotando de especificidad de tratamiento y contenidos al arte de sus países. Así, por ejemplo, Doris Salcedo, Marta María Pérez Bravo, Liliana Porter, Rosana Palazyan, Adriana Varejao, Valeska Soares, Lotty Rosenfeld o María Teresa Cano.

La exposición en Juana de Aizpuru reúne dos series de piezas de distinto carácter. La titulada Serie Roja puede encuadrarse entre aquellas de contenido implícitamente político: fotografías, adquiridas en tiendas o en ferias de segunda mano, para las que posaron adultos o niños vestidos con uniformes militares, a las que la artista ha manipulado hasta bañarlas o cubrirlas de una superficie roja uniforme que anula los blancos y retrasa la imagen hasta el fondo de la visión. Creo que tiene un denominador común con Realismo Fantástico: la evaporación de la imagen, su adelgazamiento hasta hacerse casi transparente, de modo que ha de ser la susceptibilidad (acción de recibir algo en sí mismo o la aptitud para experimentar cierto efecto) del espectador, la que dote de contenido personal a aquello que nos llega de las sombras y luces del pasado.

La que lleva por nombre Pared Ciega conforma trípticos o polípticos de paneles acolchados -semejantes a los que cubren las paredes de los manicomios-, recubiertos de seda satinada gris, en los que se incrustan retratos viejos, procedentes también de tiendas antiguas, que la artista ha pintado con pintura gris metalizada, hasta el punto de que toda imagen queda cubierta y sólo pueden advertirse las incidencias sufridas por el cartón o los relieves de las firmas o de las florecillas utilizadas como adornos de los marcos. Se acompañan, de ahí el título de la exposición -Ovación y silencio-, de textos extraídos de reseñas taurinas referentes al resultado de las faenas.
Aunque éste aspecto literario me resulte sino prescindible sí ajeno -y la comparación del rojo con la violencia y la muerte, tópico-, lo que me resulta innegable es que en la última de las series mencionadas, Rennó ha llevado a límites extremos esa voluntad suya de representación de los mecanismos de la memoria y del olvido. Lo que antes he denominado opacidad de la memoria, bien podría asemejarlo a los recuerdos opacos. Si aquella nos resulta, en muchos casos, inabordable, por más que pretendamos hurgar en sus entrañas, éstos, otras tantas veces, se nos presentan ante los ojos sin que podamos dilucidar a cual de los distintos nosotros que hay en cada uno pertenecen.