Image: Haciendo historia

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Novela

Haciendo historia

Stephen Fry

7 febrero, 2001 01:00

Traducción de Cristina Mimiaga. Espasa Calpe. Madrid, 2000. 477 páginas, 3.600 pesetas

Novela delirante, arriesgada, divertidísima, Haciendo Historia pertenece al género de la ucronía, o sea, qué hubiera pasado sí...

He aquí una novela delirante, arriesgada, divertidísima. Stephen Fry se ha hecho célebre por sus interpretaciones en películas como Los amigos de Peter o Wilde, pero no es uno de esos famosos utilizados por las editoriales para vender libros. Su obra narrativa incluye dos novelas defectuosas y brillantes que fueron traducidas al español: El mentiroso (Anagrama) y El hipopótamo (Seix Barral). Ambas proponen enredos meticulosos con abundancia de situaciones de absoluta comicidad, y ambas se desperdiciaban porque el mero afán de hacer reír del autor se imponía a los propios desarrollos de los relatos.

Haciendo Historia es una novela en la que los defectos evidentes de El Mentiroso y El Hipopótamo han sido limados, sin que para conseguir ese efecto el autor haya tenido que apagar por completo su grata afición a suscitar carcajadas. Pertenece a ese subgénero narrativo que se denomina ucronía y que podría definirse así: dícese de aquellos textos que pretenden responder a la hipótesis, ¿qué hubiera pasado si...?, o sea, ¿qué hubiera pasado si los nazis hubieran invadido Rusia? Como se ve, todo texto ucrónico es hijo del matrimonio entre la historia y la fantasía, y recurre para nacer a algunos ardides más o menos consabidos, desde la colaboración de una máquina del tiempo en la que unos viajeros concienciados pretenden alcanzar un punto del pasado desde el que variar la historia que ya conocen, hasta la mera naturalidad con que se nos cuentan unos hechos conocidos -en 1933 Hitler sube al poder en Alemania y Europa se prepara para temblar- y se varían a partir de un momento dado -Hitler no se suicida, sino que conquista Gran Bretaña. Fry ha optado por la máquina del tiempo y por la alternancia de narradores y maneras de narrar. Su protagonista principal es Michael Young, un licenciado en Historia por Cambridge que está a punto de entregar su tesis doctoral sobre la Alemania nazi cuando conoce a un extravagante anciano llamado Leo Zuckermann que es el científico propietario de la fabulosa máquina del tiempo. Leo tiene un pasado tormentoso porque a pesar de su apellido judío, no lo es: es hijo de un médico nazi que para salvar a su mujer y a su hijo cuando el Imperio de Hitler empezó a derrumbarse, decidió hacerlos pasar por judíos otorgándoles las identidades de los familiares de un preso al que había atendido en un campo de concentración. Así que la propuesta de Leo es: ¿qué pasaría si pudiésemos evitar que Hitler nazca?

El relato avanza en capítulos alternos, en los impares es Michael Young el que nos habla de sus conflictivas relaciones con su novia y del ambiente ridículo de Cambridge. En los pares, la narración en tercera persona caza al propio Hitler en las trincheras alemanas en las que empieza a con- vertirse en un héroe y en las que coincide con un encantador tunante llamado Rudolf Gloder. Hasta que por fin Leo y Michael se deciden a influir en la Historia, la novela avanza entre la propia perplejidad del protagonista y los capítulos sobre las circunstancias del joven Adolf. La prosa de Fry es dinámica y la acción de la novela vertiginosa. Para la narración del momento en que los dos protagonistas ponen en marcha la máquina del tiempo, Fry ha elegido un modelo distinto: el guión de cine. Puede parecer un poco arbitrario y carente de sentido, pero lo cierto es que ese modelo, lejos de entorpecer la lectura, la facilita haciéndola más rápida y briosa. Y en ese instante se produce la fractura: la influencia desde el presente en un detalle del pasado impedirá a los padres de Hitler engendrar a Hitler, y al cambiar eso, cambia todo. Al menos eso es lo que se prometían nuestros intrépidos amigos, que al considerar a Hitler como la peor de las bestias que han visto la luz en este planeta, llegaron a la conclusión de que las cosas no podían resultar peores de lo que fueron. Y la máquina entonces se los traga, y comienza de veras la novela de Fry.