Image: Animal tropical

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Novela

Animal tropical

Pedro Juán Gutiérrez

28 febrero, 2001 01:00

Premio Alfonso García Ramos. Anagrama. Barcelona, 2000. 294 páginas. 2.500 pesetas

Animal tropical constituye una muestra más elaborada de una forma narrativa limitada, recomendable sólo para lectores capaces de no escandalizarse

El novelista cubano Pedro Juan Gutiérrez (nacido en 1950) obtuvo con esta novela, Animal Tropical, el premio Alfonso García Ramos. Se trata, como en sus libros anteriores, Trilogía sucia de La Habana y El rey de La Habana, de un ejemplo más de lo que viene denominándose "narrativa sucia". Si en la novela anterior el autor trataba el sexo como invención literaria en los ambientes más sórdidos de una capital medio en ruinas, en Animal tropical, sin abandonar el paisaje habanero en más de la mitad de la obra, en la segunda parte el protagonista traslada su aventura amorosa hasta Suecia.

La fuerza narrativa de Gutiérrez quedó ya fuera de duda en sus obras anteriores. Pese a la monotonía de la sexualidad que, pese a todo, admite escasas variantes, ahora, en la plácida Suecia y en paisajes no urbanos, ha sido capaz de remansar su ritmo trepidante. En realidad el protagonista, en la cincuentena, sigue las pautas de sus anteriores obras. Más allá de lo que hace décadas hubiera podido ser calificado de inmoral o amoral (si se prefiere) el autor, que en ocasiones se identifica con el protagonista, nos traslada a un mundo interior construido con materiales de derribo vital. Enamorado de Gloria, una mulata jinetera con la que acabará, ya en la tercera parte, retirándose a una casa en el campo, vive también un idilio sexual con Agneta, una sueca a la que ha seducido por correspondencia. Vivirá con ella breve tiempo en un país aséptico, donde su sexualidad desbordada choca con el medio aséptico, aunque permisivo. Gloria es "una callejera pícara de Centro Habana. Gloria pudo vivir aquí hace doscientos años y hubiera sido igual. Quizá se llamaría Cecilia Valdés", observa en uno de los pasajes más intelectuales de la novela.

Poco tiene que ver, aunque paralelismos no faltan, con la novela europea moderna, con Nana, de Zola o La romana, de Moravia. Pedro Juan Gutiérrez añade "salsa", calor, humores corporales, excrementos, miseria, un contexto social penoso, pequeños atisbos de sátira política (en la expurgación de su modesta biblioteca marxista se advierten ecos quijotescos). El relato está infectado de boleros, de oraciones de santería, de mecanismos de la vida popular cubana. El diálogo le permitirá transcribir el lenguaje habanero. Cada mujer que aparece nos llega con su personal historia, atraída por la capacidad abrumadora, mítica, sexual del protagonista; víctima, a su vez, del asedio femenino. Alguna de las anécdotas son "sucias" y, a la vez, conmovedoras, como la de Kurt, un turista inválido alemán al que roba una pareja y lo abandona en su propio piso medio muerto.

El sexo viene acompañado del alcohol y de las drogas, como en sus libros anteriores. El narrador, en primera persona, con lo que refuerza el deliberado tono autobiográfico del relato, se identifica con una determinada generación cubana que pasó del compromiso político al pesimismo, al individualismo a ultranza, al desinterés total por la política. Si la primera parte transcurre en La Habana, con personajes generalmente femeninos, la segunda, "La amante sueca", trata de mostrarnos la nostalgia de un peregrino cubano que ancla en gélidas tierras e intenta comprender a los europeos y a los nórdicos sin conseguirlo. Agneta, pese a su pasividad y disponibilidad sexual, deja mucho que desear respecto a las negras o a las mulatas cubanas. El recuerdo de Gloria y las encendidas cartas rebosantes de sexualidad muestran el desarraigo del protagonista que renuncia a la vida cómoda de un país rico y organizado. Amante de los olores corporales, de la suciedad y de la decadencia moral, la vida se le torna, como contraste, aburrida e incómoda, pese a la dulzura de la amante y al descubrimiento del paisaje. El deseo que siente por Gloria le llevará de nuevo, en la tercera parte, a sus orígenes. El concepto de la mujer se expone con claridad en varios pasajes y tiñe la novela: el protagonista se autocompadece y se presenta como víctima, incluso de Agneta. Dispuesto a vivir de las mujeres, de traicionarlas cuando le viene en gana, de satisfacer cualquier deseo, este personaje violento, ex boxeador, escritor y pintor reduce su mundo al sexo. En ocasiones aparecerán signos de la angustia vital, de un mínimo sentido de la compasión, pero el submundo en el que sobrevive, próximo a algunas novelas de Gorki, se compensa con la alegría vital del Trópico: La Habana. Respecto a sus obras anteriores, Animal tropical constituye una muestra más elaborada de una forma narrativa limitada. Es libro recomendable sólo para lectores capaces de no escandalizarse.