Image: Entspringen

Image: Entspringen

Novela

Entspringen

ANTONI MARÍ

14 marzo, 2001 01:00

Tusquets. Barcelona, 2001. 136 páginas, 1.700 pesetas

La prosa de Marí es pulcra, con ligerísimos desfallecimientos no sé si atribuibles al autor o a un supuesto traductor. Entspringen es un relato estimable, de grata lectura

A los dieciocho años, Manuel abandona la isla balear en que ha vivido hasta entonces y se traslada a Barcelona para emprender estudios universitarios. El tiempo del relato son las catorce horas de la travesía, durante las cuales Manuel hace balance de su vida. Planteada así la historia, no es arriesgado conjeturar ciertas concomitancias entre Manuel y su creador, el escritor ibicenco Antoni Marí (1944), en cuya trayectoria personal figuran experiencias análogas. Esto no significa que Entspringen sea una novela autobiográfica; no son las posibles conexiones con la realidad externa vivida las que constituyen el centro de gravedad del relato, sino la atención prestada a la formación de una personalidad, la contemplación de Manuel en el momento crítico en que deja atrás sus años de niñez y adolescencia -la costa "cubierta por una bruma espesa" (pág. 12)- para encaminarse hacia la edad adulta, simbolizada en la gran ciudad donde, al llegar, el viento despeja la bruma y el sol aparece "brillante y cálido" (pág. 135).

Esto sugiere ya que Entspringen es una novela construida sobre elementos metafóricos reconocibles y de antigua estirpe: la vida como navegación -con sus tempestades y sus etapas de bonanza- es la imagen medular, y de ella se derivan las demás. Ya el título de la novela preludia este juego de dobles lecturas. El barco en que Manuel viaja a Barcelona es el Rey Don Jaime I, pero debajo figuran las letras de su antiguo rótulo -ya que se trata de un viejo barco alemán- donde se lee Entspringen, palabra que unos pasajeros alemanes traducen como "saltar dejándolo todo atrás". El extraño nombre representa bien la situación en que Manuel se encuentra, pero además, y en otro plano, el estado borroso y semioculto del rótulo indica que la novela debe leerse buscando el sentido escondido bajo las peripecias externas de la narración. La orientación de la lectura no puede estar más nítidamente sugerida.

Este aspecto ha provocado alguna flaqueza del relato. Marí narra con soltura y precisión, pero de vez en cuando cree necesario hacer explícitas ciertas correspondencias simbólicas -por otra parte obvias- que el lector debería descubrir. De este modo, la metáfora pura se transforma en símil, recurso siempre más elemental. Al subir las escalerillas del barco "Manuel se sentía como si, de pronto, sin previo aviso, estuviera entrando en la vida" (pág. 47). O bien: "Quería [...] dejarse llevar por los movimientos de la mente, que parecía seguir el vaivén de la embarcación" (págs. 67-68). En medio del violento oleaje, "el barco estaba resolviendo con arrogancia una nueva batalla con el mar. También Manuel estaba librando a su modo una batalla..." (pág. 83). En la rápida evocación de imágenes del pasado que lleva a cabo Manuel "todo sucedía ante sus ojos con una energía que parecía inagotable, como el movimiento del mar" (pág. 107). El recurso a los nexos comparativos -"como", "también", "de igual modo", etc.- es un procedimiento más didáctico que artístico, y reduce la potencia imaginativa de un relato bien planteado y resuelto, en el que se reconocen incluso escenas típicas de las novelas de formación, como el descubrimiento de las cartas familiares en el desván -tan similar a un pasaje del Pedrito de Andía, de Sánchez Mazas, aunque a la postre de signo diferente- y donde acaso disuene tan sólo la conversación de Manuel con el extraño marinero, cuyo tratamiento se contradice con el perfil "realista" y verosímil de los otros personajes. La prosa de Marí es pulcra, con ligerísimos desfallecimientos, no sé si atribuibles al autor o a un supuesto traductor cuyo nombre no se menciona: el uso impropio de impávido por "imperturbable" (pág.132) o ciertas construcciones mejorables: "una de aquellas pesadillas que al despertar se desvanece" (págs. 113-114); "acostumbraba a ir..." (pág. 175). Entspringen es, por lo demás, un relato estimable y de grata lectura.