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Una historia perversa
ADELAIDA GARCÍA MORALES
21 marzo, 2001 01:00Esta novela tiene las características necesarias para convertirse en un excelente melodrama cinematográfico. Como texto literario, sin embargo, presenta muchas insuficiencias
Para empezar, porque resulta difícilmente creíble -es decir, compatible con la índole de los personajes y el tiempo de la historia- que una mujer como Andrea, culta e independiente, no reaccione de otro modo ante el horror que descubre muy pronto -y que es en sí mismo un elemento temático truculento y desmedido-, lo que sería esperable y obligaría a cambiar, claro está, la orientación del relato. Esta primera convención que el lector debe aceptar tiñe lo demás de artificiosidad. Pero es que, además, el tratamiento lingöístico de las acciones, encomendado a la sucesión de capítulos que van alternando mecánicamente las voces y los puntos de vista de Andrea y Octavio, no logra compensar las flaquezas de lo que se narra. Nos hallamos ante un estilo demasiado plano, repetitivo y previsible, no exento de lugares comunes ("ejercía sobre mí una poderosa atracción", pág. 14; "continuaba ejerciendo una poderosa atracción sobre mí", pág. 70; "ejerces una gran atracción sobre mí", pág. 208; "conciliar el sueño", págs. 90, 112, 148, 161, 202, etc.) y un tanto envarado -léase el trabajoso párrafo de quince líneas que comienza en la página 185, lleno de meandros y nexos subordinantes-, con una sobreabundancia de la conjunción pues que incluso afecta negativamente a la naturalidad del diálogo: "Te voy a dar tus llaves, pues las cogí una noche..." (pág. 195). Hay descuidos puramente gramaticales ("uno de los días que no me senté [...] uno de esos días que prescindí de la música", pág. 137) y contagio de fórmulas inertes, utilizadas incluso en contradicción con lo que dice el texto: "De alguna manera, al negarse Andrea a hablar de mí y de mi arte, por las excusas que daba [...] estaba revelando..." (pág. 196). Pero es evidente que la revelación no se produce "de alguna manera", sino por los motivos que se mencionan. Los componentes truculentos o folletinescos de una historia sólo se salvan mediante un tratamiento formal adecuado, capaz de infundir vida a lo artificioso.
En Una historia perversa falta ese tratamiento. Tal vez su conversión en imágenes potenciaría sus virtudes y reduciría sus defectos.