Image: Esta salvaje oscuridad

Image: Esta salvaje oscuridad

Novela

Esta salvaje oscuridad

Harold Brodkey

4 abril, 2001 02:00

Traducción de Marcelo Cohen. Anagrama. Barcelona, 2001.175 páginas, 1.900 pesetas

La labor toda de Harold Brodkey -obra de madurez y densidad- ha sido publicada en España por Anagrama, incluso su primer libro, Primer amor y otros pesares (1954), que el autor (en sus años de plenitud) no reconocía. Ha tenido aquí buena crítica pero no sé si el favor de los lectores. Y digo esto porque sólo una cierta tibieza en las ventas explicaría que se hayan tardado casi cinco años en traducir este libro, subtitulado La historia de mi muerte, y más acertadamente, dentro del texto ya, una autobiografía sobre la muerte, que apareció en inglés en 1996, meses después de su muerte por sida a los 65 años...

La obra de Brodkey que he leído, construida en una buena prosa densa, produce a veces una sensación de premeditación o propósito. Se diría que se propuso no sólo hacer la célebre "gran novela americana" (el resultado fue El alma fugitiva) sino una literatura intencionadamente densa. Creo que el lector nota la búsqueda.

Sorprendentemente para muchos -y para él mismo- a Brodkey, tras una fuerte neumonía, le declararon enfermo de sida en la primavera de 1993. Como también le dijo el médico que le trató y que llegó a hacerse su amigo -Barry- podría vivir bien tres años, que es exactamente lo que Brodkey sobrevivió, atendido por su esposa Ellen, a la que dedica este libro, sin duda sorprendente y lucidísimo.

En contra de la opinión del médico (que aconsejaba prudencia por el rechazo social) Harold Brodkey declaró que estaba enfermo de sida, adelantó fragmentos del libro que escribía -esta historia de su muerte- y se dispuso a reflejar literariamente, mientras pudiera, la historia de esos tres años camino al fin -participando del fin- porque no quería "dejar la memoria en manos y bocas ajenas". En el libro hay oscuridad pero ésta casi nunca es directamente "salvaje", sino al contrario, reflexiva, desesperada o complaciente, rabiosa o iluminada, raramente "salvaje". Acaso al principio cueste entrar en él, no por dificultad alguna, sino porque puede parecer un deslabazado conjunto de impresiones, apuntes de lo inmediato y estados de ánimo. Claro que enseguida nos percatamos de que esas anotaciones llevan el rumbo de la conciencia expuesta a la palabra "fin" y a los meandros con que la medicina lo dilata. Brodkey -literato siempre- no quiere contar un relato externo de los hechos (aunque lo hay) sino el relato de la intimidad de una conciencia.

Análisis de estados de ánimo se mezclan con escenas de la vida real y los recuerdos de un mundo que se ha perdido o se irá perdiendo: el padre adoptivo que abusó de él, la madre real o las lejanas historias homosexuales, de las que habla, aunque sin excesivo hincapié. Todo ello en una mezcla sinfónica donde los temas van y vuelven (la desesperanza, la obra, la necesidad de buscar y defender la propia muerte) en un tono meditativo que junta lo trivial con lo sorprendente. A fines de otoño de 1995 se cierra el libro, irónicamente, entre la sensación de paz y de risa."El hombre herido de muerte muerde la oscuridad y cae a la tierra, dice Homero". Brodkey, in articulo mortis, hace un gran libro autobiográfico sobre su fin, alta literatura, porque aquí se le nota menos la intención de hacerla. Buena literatura, pensada y cuidada sin exceso. Y tan directa como un corazón herido...