Image: El jardinero fiel

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Novela

El jardinero fiel

JOHN LE CARRÉ

11 abril, 2001 02:00

Traducción de Carlos Milla Soler. Areté. Barcelona, 2001. 538 páginas, 3.250 pesetas

La novela de espionaje no es, ni puede ser, lo que era antes del final de la Guerra Fría. En un mundo unipolar, pero lleno de conflictos de baja intensidad y poderosos intereses enfrentados, el potencial de fascinación de la novela de espías se ha revelado mayor que antes de la caída del Muro.

Uno de los artífices de esta afirmación y renovación del relato de espionaje es también el más prestigiado de sus iniciadores, John Le Carré. A finales de los años 50 irrumpió en el panorama literario occidental con El espía que surgió del frío, que hoy es ya un clásico. Con el tiempo, sus tramas y personajes han crecido en complejidad e intensidad: ya no sólo se trata de explorar los entresijos de la lucha secreta, sino de sondear las debilidades del alma humana y sus pasiones. En sus espléndidos El topo y La gente de Smiley, Le Carré diseccionó la simetría oculta de la Guerra Fría y creó arquetipos tan seductores como George Smiley, el espía de corazón sangrante, o Karla, el adversario soviético de apariencia monolítica y trágico trasfondo. Más tarde, en La chica del tambor, Le Carré se atrevió con las complejidades del conflicto de Oriente Medio. En La Casa Rusia reveló la permanencia del espionaje por encima de cambios históricos. En El infiltrado, enfrentó a otro de sus héroes, Jonathan Pine, a los nuevos malvados de la posguerra fría: los traficantes de armas, de la droga y los funcionarios corruptos que les dan cobertura desde los pasadizos secretos del sistema.

El jardinero fiel es la decimoctava novela de Le Carré y sus fieles lectores están de enhorabuena: el maestro está en plena forma. Nos hallamos ante su libro más fascinante y logrado de los últimos años; superior, por ejemplo, a El sastre de Panamá y Single & Single. Esta vez Le Carré combina su acreditada maestría en el ritmo narrativo y la descripción de personajes con un tema que parece próximo a su corazón y, sobre todo, que le produce una controlada, pero intensa indignación moral. El trasfondo de El jardinero fiel son los manejos de un sector de la industria farmacéutica multinacional en el Tercer Mundo. Los pueblos más pobres, sometidos a regímenes corruptos y dictatoriales, sirven de cobayas para las pruebas de nuevos medicamentos antes de su introducción en países desarrollados. A veces las pruebas fallan, la gente muere y los responsables compran conciencias, destruyen pruebas y, si es preciso, recurren al asesinato. El autor se preocupa muy mucho de acotar el carácter ficticio de su relato e insiste en que ni todos los laboratorios farmacéuticos recurren a esas prácticas, ni todos los científicos y médicos son corruptos. Pero también asegura que "al adentrarme en la jungla farmacéutica, llegué a la conclusión de que mi relato, comparado con la realidad, era tan inocuo como una postal de vacaciones".

El jardinero fiel es también una historia de amor y fidelidad más allá de las apariencias y las convenciones. La acción se inicia en Kenia. Una mujer, la joven, bella y trágica esposa de un diplomático inglés, ha sido asesinada. Ante la tolerancia despistada de su esposo -meticuloso jardinero aficionado- y la irritación de la embajada y los servicios secretos, la asesinada se dedicaba a causas humanitarias y, en la proximidad de las víctimas, ha dado con un terrible secreto. El crimen y el paulatino descubrimiento de la verdad hará salir de su pasividad al marido, que deberá enfrentarse a quienes enviaron a los asesinos y además a algunos de sus propios colegas, comprometidos a diversos niveles en la lucrativa y letal conspiración. Pero el jardinero fiel seguirá hasta el fin el camino abierto por su amada: el resultado será, como es clásico en Le Carré, ambiguo y esperanzador. En un marco de actualidad palpitante, con unos personajes cautivadores y mediante su excelente ritmo narrativo, el maestro de la novela de espías ha creado una nueva joya para los lectores.