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Entre líneas: el cuento o la vida
LUIS LANDERO
11 abril, 2001 02:00Dejando aparte los ingredientes biográficos que el autor disemina en cada página, esta obra de Landero es un inteligente juego literario y un experimento novelesco a la manera unamuniana
Quien así reflexiona en los capítulos impares de este libro es Manuel Pérez Aguado, profesor de literatura y escritor, que pasó su infancia en el pueblo pacense de Alburquerque y del que, en fin, se nos ofrecen otros datos biográficos que coinciden con los del autor. Manuel Pérez Aguado, cuya relación con la literatura es triple -lector, profesor y escritor-, reflexiona sobre la creación, sobre la importancia de las narraciones orales escuchadas en la niñez, sobre el descubrimiento gozoso de la literatura escrita y del mundo como "una enorme biblioteca" (pág. 62) y, más específicamente, sobre la magia poderosa de la narración: Scherezade se salva gracias a su capacidad de contar historias; Don Quijote o Emma Bovary ven flaquear su sentido de la realidad porque se dejan deslumbrar por los relatos que leen; Desdémona se enamora de Otelo al escuchar sus narraciones. Los soliloquios de Manuel Pérez Aguado incluyen el lamento ante una enseñanza degradada en que resulta imposible comunicar o estimular el placer de la experiencia estética a unos alumnos que tienen "dificultades casi insalvables para entender el editorial de un periódico" y manejan un caudal léxico "de supervivencia" (págs. 87-88). Hay muy finas observaciones acerca de la lectura y del papel de la literatura en nuestra percepción de las cosas, y también comentarios de algunos fragmentos de obras narrativas, a la manera de los trabajos que David Lodge -otro escritor y profesor- reunió en El arte de la ficción, tomando prestado el título a James. En medio de todo ello se despereza alguna vez el escritor y deja asomar leves esbozos narrativos, como en los recuerdos de la escuela infantil y de algunos maestros.
Si los capítulos impares se acercan a la crónica, los pares, destacados en cursiva, ofrecen una elaboración más ostensible, como si fuesen materiales que, aun apoyándose en la realidad, hubieran sido sometidos a un proceso de manipulación artística en el que los hechos materiales revividos se enriquecen con la inclusión de voliciones, sueños o deseos que parecen preludiar construcciones más complejas. En estas páginas se permite el autor dejar paso a un manojuelo de auténticos microrrelatos desperdigados y con vida propia, que acaso constituyan el embrión de escenas o de obras que algún día alcanzarán mayor desarrollo. Dejando aparte, pues, los ingredientes puramente biográficos que el autor disemina casi en cada párrafo con total deliberación -y que, desde un punto de vista artístico, sólo son interesantes en la medida en que se transforman y convierten en materia narrativa-, la obra de Landero es un inteligente juego literario, además de un experimento novelesco a la manera unamuniana que, a la vez, arroja luz sobre el proceso de sus creaciones anteriores. Entre líneas: el cuento o la vida tiene la apariencia de una obra menor, pero no lo es -salvo por su reducida extensión- cuando se lee sin perder de vista las tres novelas con las que el autor ha alcanzado un justo prestigio. Los futuros investigadores que analicen su obra tendrán en este libro algunas claves reveladoras.