Image: La duda

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Novela

La duda

ÁNGELES SAURA

2 mayo, 2001 02:00

Galaxia Gutenberg/ Círculo de Lectores. Barcelona, 2001. 119 páginas, 2.100 pesetas

Estamos ante la correctísima primera novela de una autora interesante por sí misma, que debuta en la madurez tras años de escritura

Nos recuerda este libro en varias ocasiones que la autora, la madrileña ángeles Saura (1947), pertenece a "una familia de artistas y literatos". Hermana del pintor Antonio Saura y del cineasta Carlos Saura, esa vinculación resulta crucial en una historia indiscutiblemente alentada por -y a él dedicada- el primero de ellos. De hecho, toda la obra literaria de su autora gira, hasta el momento, alrededor de la figura de su hermano pintor: su debut en el mundo editorial lo hizo con una semblanza biográfica de aquél. Su primer paso en la narrativa (y el segundo, El desengaño, que se publicará próximamente) orbita también sobre el universo de las artes plásticas.

Explica la autora en el apéndice a este libro -¿tenía realmente sentido incluirlo aquí, excepto para repetir por enésima vez el linaje de la novelista?- que fue en el Museo del Prado, de un comentario de su hermano tras la observación del Felipe II de Sofonisba Anguisciola -durante tantos años atribuido a Sánchez Coello- de donde extrajo la idea que la llevaría a la escritura de esta obra. Y que fueron las conversaciones con el pintor durante la enfermedad de éste las que le ayudaron a construir el perfil psicológico del personaje.

Y a construirlo bien, sin duda. El protagonista de esta historia -inspirado en parte en Durero- es un estudioso de la pintura que ha centrado su vida en el estudio de la obra de un pintor barroco. Se trata de un ser angustiado y obsesivo, capaz de arruinarse por comprar una sola obra del objeto de su pasión pictórica, o de tramar el minucioso envenenamiento de una colega que pretende desacreditar su opinión atribuyendo la autoría de uno de sus cuadros favoritos a una pintora italiana (he aquí el juego de espejos con el caso referido, acaso demasiado evidente: en literatura hay que saber disimular bien los andamios).

El avance de sus planes parece coincidir con el engorde de su obsesión, de modo que cuanto más avanza la novela más extrema se vuelve la voz, más fuera de sí, en un feliz "crescendo" que sabe atrapar al lector. La voz es, pues, afortunada, aunque en ocasiones demasiado barroca, y la vehemencia con que Saura la caracteriza hace que incluso se le perdonen algunos deslices gramaticales.
Un balance de la lectura nos sitúa ante la correctísima primera novela de una autora interesante por sí misma, que debuta en la madurez, tras años de escritura -¡qué lujo para el lector que el autor no tenga prisa!- y de la que se preparan nuevas entregas que no habrá que perderse.