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Azul cobalto
ALFREDO CONDE
16 mayo, 2001 02:00Las imperfecciones no son demasiado importantes, en comparación con las páginas memorables, y no empañan el alto mérito de una novela afortunada
Con esta base histórica Alfredo Conde ha escrito la mejor de sus novelas. Azul Cobalto, "Historia posible del Marqués de Sarga-delos". Como explica el autor en un breve "Prólogo necesario", en el que cita las fuentes de su documentación, no se trata de una biografía, sino de una novela crea-da a partir de los escasos conocimientos seguros y enriquecida con la invención de personajes y episodios verosímiles hábilmente integrados en lo que se sabe que ocurrió en la vida del ilustre marqués. Discernir la verdad de la historia corresponde al historiador. El crítico literario debe ocuparse de la novela como tal. Y en dicho cometido no han de regatearse elogios al exigente trabajo del autor, que ha construido una buena novela, bien estructurada y bien escrita, con minuciosa recreación de una época rica en ideas y en avances técnicos, en una prosa jugosa, ajustada al medio en sus imágenes y metáforas y en sus galleguismos léxicos y sintácticos, pero renunciando a toda arqueología lingöística.
El acierto compositivo de la novela descansa en su estructuración enmarcada por dos catástrofes. Se abre con la destrucción de Sargadelos en 1798 y acaba con la muerte de su creador en su horrendo final en 1809, durante la invasión napoleónica. A partir de su comienzo in media res, la novela está organizada en cuatro capítulos en los cuales se va desarrollando el proyecto empresarial del fundador de Sargadelos obstinado en reconstruir su empresa y ampliarla (últimos diez años de su existencia) y al mismo tiempo se completan varias retrospecciones parciales encaminadas a rememorar la vida del marqués desde su cuna y formación en la comarca agreste de Os Oscos, entre Asturias y Galicia, hasta su situación presente, querido y admirado por unos pocos leales, odiado por muchos envidiosos y por todas las fuerzas retrógradas de la Iglesia y los pazos.
Los elogios antedichos no lo serían de verdad si, contra toda honradez intelectual, no se señalasen también los fallos y descuidos cometidos por el autor. A veces se le ha ido la mano en la profusión de datos. No vendría mal una mayo depuración, por ejemplo en la controversia entre el protagonista y J. Adams o en los pormenores de la invasión napoleónica. Sobran casi todas las notas a pie de página: pocas se salvan por su información, gracia o ironía; casi todas resultan arbitrarias en su pedantería e incluso fatuidad que no se justifican por ninguna libertad creadora que el autor reclame para sus "caprichitos" (nota 11, pág. 187). Como tampoco es oportuna su advertencia final en el prólogo referida al narrador omnisciente y destinada a los "estudiosos en la materia". Resulta disparatada y los "estudiosos" de verdad no la necesitan. Estas imperfecciones no son demasiado importantes, sobre todo en comparación con otras páginas memorables, como las dedicadas al primaveral canto amoroso del urogallo en los bosques de Os Oscos. Por eso no empañan el alto mérito de una novela afortunada en la construcción de un personaje singular en la historia de Galicia y de una época que fue un hervidero de ideas y pasiones en su transición de un mundo viejo a otro nuevo. Además, podrían evitarse en próximas ediciones, que esta novela merece porque interesará a muchos lectores.