Image: Toda la soledad

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Novela

Toda la soledad

Marina Castaño

16 mayo, 2001 02:00

Planeta. Barcelona, 2001. 200 páginas, 2.500 pesetas

He aquí una lectura tan sosegada como sus protagonistas. Y un debut digno que, seguro, va a levantar pasiones

Ha explicado Marina Castaño en los días que han precedido a la aparición de esta, su primera novela, que su intención principal fue la de escribir un libro de relatos, pero que, siguiendo consejo de Camilo José Cela -un marido premio Nobel es un consejero de lujo en estas lides- decidió pasarse a la novela y buscarle a sus relatos un nexo de unión que subrayara una unidad. Dicho así, es éste un buen pretexto para indignar a los amantes del relato breve. Y también a los de la novela, cómo no. No se escriben novelas ligando relatos, del mismo modo que no se obtienen relatos de descomponer una novela. Por otra parte, los románticos del género breve hubiéramos preferido que el debut literario de Marina Castaño fuera, como era en un principio la idea, con un libro de cuentos. Está claro que sus editores, en aras de esa comercialidad tan pretendida, también habrán preferido una novela.
No se hubiera hecho de este libro una primera edición de 20.000 ejemplares si se hubiera tratado de cuentos, desde luego. En fin. Sea como sea, a la primera novela de Castaño se le nota que parte de un inicial grupo de narraciones breves. Existe el nexo de unión, es cierto, y existe con naturalidad, sin quedar en evidencia, lo cual es fundamental. Lo cual no impide que las historias que se van desgranando en sus páginas tengan, por separado, entidad de cuentos. Y, en conjunto, sumando las unas a las otras, esta novela tiene un cierto aire a serie inglesa de la sobremesa, o a esas apacibles películas donde predomina el diálogo, la campiña y el tiempo lluvioso. No es gratuita la comparación: se sitúa la trama en un pueblo inglés al que llega Maggie, la protagonista, tras una larga ausencia y aquejada de una enfermedad grave. Va en busca de recuerdos con los que urdir una trama novelesca -tópico recurso, menos mal que no se insiste en él en exceso- y a desvelar algunas de las claves de su pasado. En el pueblo halla, además de los escenarios de su memoria, un ramillete de personajes doblegados por una soledad contra la que tratan de luchar sin éxito. Personajes que viven de puertas adentro, que esconden secretos terribles, que cometen adulterios y que llevan dobles vidas. La tranquilidad es sólo un espejismo para ellos. En realidad encubren las más soterradas y descabelladas pasiones. Todo esto mientras afuera llueve casi siempre sobre los jardines y los terraplenes de flores. Lo más logrado de esta novela es, sin duda, la forma. Esa forma que se lo debe todo a la idea inicial de Castaño de escribir un libro de relatos. Cada personaje es, a su modo, un protagonista de la historia o de su parte de ella. Después, el narrador -narradora: es la propia Maggie quien nos cuenta, a veces extralimitándose en sus capacidades de observación, pero con habilidad- el narrador, pues, hilvana las diferentes anécdotas hasta formar este mosaico de experiencias próximas pero a la vez tan alejadas unas de otras. En suma, una lectura tan sosegada como sus protagonistas. Y un debut digno que, seguro, va a levantar pasiones.