Lo mejor que le puede pasar a un cruasán
Pablo Tusset
30 mayo, 2001 02:00Y es que el personaje de esta novela es un tipo memorable. El editor ha querido compararlo con Ignatius Reilly, el protagonista de La conjura de los necios, con quien en mi opinión, sólo tiene en común la gordura. Acaso a Pablo Miralles haya que buscarle más parentescos en algunas novelas de Vázquez Montalbán -sobre todo las protagonizadas por Carvalho, a quien se dedica más de un guiño- y a algunas de Eduardo Mendoza, como El misterio de la cripta embrujada o la última de la saga, La aventura del tocador de señoras.
Sea como sea, estamos ante una novela negra ambientada en la Barcelona actual y protagonizada por un detective seboso, pasota y simpático que trata de resolver la desaparición de su hermano. La agilidad y amenidad de la intriga está salpicada por un puñado de personajes -en especial los femeninos- tan bien trazados como, en algunos casos, desternillantes. Así, Gloria, la cuñada, escritora frustrada y alcohólica, proporciona algunos de los mejores momentos. Y otro tanto puede decirse de Fina, una tonta de pecho voluminoso, obsesionada -Bridget Jones acecha en cualquier parte- en perder peso. El estilo de Tusset sirve bien de acompañamiento a una trama disparatada. No sólo neologiza con descaro -butic, pretaporté, jevi- sino que con igual desfachatez eleva a categoría de lenguaje literario coloquialismos y vulgarismos -mola, espitoso- y todo ello en un discurso que nada tiene de artificial y que precisamente por ello da en la diana a cada página. Tusset se propone contarnos una historia, y lo hace con seguridad, eficacia y una naturalidad pasmosa. No son pocas virtudes.
Pero, ¿y qué es lo mejor que le puede pasar a un cruasán? Lo dice Tusset en la primera línea: que lo unten con mantequilla. Naturalmente. No sé si Valls estará de acuerdo.