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Las dos muertes de Gardel
Horacio Vázquez Rial
20 junio, 2001 02:00Alcanzadas una cincuentena de páginas, surgen unos cuantos datos que requieren una llamada de atención. Primero, surge la conversación entre un tal Romeu que en fecha muy cercana a la actualidad, 1999 (por tanto, posterior en más de medio siglo al accidente), y un testigo del suceso al que interroga. Se trata de un recurso formal que convierte el relato entero en una especie de reportaje histórico. En realidad, termina siendo una investigación perspectivista que suma otras muchas voces y conjeturas con el propósito de descubrir una verdad, que ya no es la del caso Gardel, sino la de una patología social, colectiva. Esto produce un poco de dificultad en la comprensión de la anécdota, una complejidad también patente en otros títulos de Vázquez Rial, y que tengo por algo innecesaria. Pero cuya razón se explica por el deseo de alcanzar un diagnóstico histórico sin simplificaciones, razonado y convincente.
Este enfoque tiene que ver con esos otros datos aludidos que requieren atención. Se cita, por ejemplo, a un padre y un hijo, Antonio y Vero Reyles, cuya presencia se entiende mejor (porque no se dice) si se relacionan con personajes de novelas precedentes del autor. Igual sucede con una referencia a las Brigadas Internacionales, y al general Durán. Y con otra al exilio que vincula España y Argentina. Me he detenido en estos detalles porque en ellos se halla el sentido de esta engañosa indagación testimonial acerca de Gardel. Son piezas de un mosaico del que esta novela constituye uno de sus pasajes. Un fragmento del mosaico cuyo diseño abarca la convulsa trayectoria de Argentina a partir de los años 20.
¿Qué singulariza en ese contexto a esta especie de episodio suelto pero no independiente? Poco a poco las peripecias de la novela, la condición de Gardel de hijo de padre que lo desconoce, la forja difícil y aleatoria de un destino de triunfador social entre miserias morales y materiales...; en suma, todo eso, rematado por la falsificación de sus raíces para conseguir el botín de su herencia, remite a un ambiente podrido de corrupción y barbarie.
Las dos muertes... se centra en la arbitrariedad del poder, con una apostilla acerca del inquietante peso de las mafias. También habla de los azarosos destinos humanos y manifiesta un fuerte escepticismo respecto del rumbo de la historia, que en otras novelas de Vázquez Rial tiene el contrapeso de una cierta esperanza. Por eso, siendo ésta menos cruda que otras del proyecto general del que forma parte, resulta tal vez más amarga, pesimista y negativa. La personalidad del mitificado Gardel se convierte en el excipiente que utiliza el autor para diluir un mensaje de denuncia y de alerta.