Image: Narcos

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Novela

Narcos

Carlos Reigosa

18 julio, 2001 02:00

Plaza & Janés. Barcelona, 2001. 306 páginas, 2.650 pts

Las dos últimas novelas de Carlos G. Reigosa (Pastoriza, Lugo, 1948) abordan uno de los temas de mayor rendimiento novelístico entre las transformaciones de la sociedad gallega en el tercio final del siglo XX. Se trata del contrabando de tabaco en las Rías Bajas (A guerra do tabaco, 1996) con el enfrentamiento entre los viejos amos del negocio del humo y los nuevos competidores con prisas por enriquecerse en aquel comercio que tanto dinero mueve y de la conversión de estas redes del tabaco en el tráfico de drogas (Narcos, 2001 en gallego y en castellano). Al final de La guerra del tabaco el inquieto periodista Carlos Conde reflexiona ante el teniente Landín acerca del viejo "capo": "A lo mejor don Orlando no era lo peor que podía haber. [...] Ahora que él desaparece, puede llegar el segundo escalón del contrabando, esos que surgen cuando uno de los grandes se va. Y los segundos escalones siempre son peores..." Estas palabras adelantaban una posible continuación de aquella historia que ahora llega con Narcos. En efecto, esta novela desarrolla una historia apasionante que arranca tres años después. Los nuevos lobos de mar en aquel contrabando se han adueñado de la situación. Son más y carecen de escrúpulos y de principios. Han dejado el tabaco para traficar con la cocaína. En tan rápido recorrido han amasado inmensas fortunas con capacidad para corromper casi todo lo que se propongan. Pero también hay un reguero de muertes a causa de la extensión de las drogas. Esto produce dolor pero también alimenta deseos de venganza en algún padre de familia con dinero suficiente para pagar a quien se ocupe del castigo. Así entran de nuevo en acción el periodista Carlos Conde y su amigo el detective y aventurero internacional Nivardo Castro. De modo que los entresijos del narcotráfico van siendo desvelados, con sus nuevos amos, sus relaciones locales, sus conexiones internacionales, las rutas de sus barcos, el blanqueo del dinero y la consideración de respeto, miedo y odio entre las gentes de la zona. Todo se mueve en dos acciones paralelas: por un lado, las investigaciones del detective y del periodista; por el otro, los proyectos de las diferentes familias de los narcos. El autor ha sabido combinar en adecuadas dosis para una permanente suspensión de la intriga la información sobre nuevas operaciones, los momentos de placer y sus ajustes de cuentas, también con sus remansos de sexo al calor de los acontecimientos, la curiosidad del periodista por otras historias que salen al camino, una actitud de juego en el detective y mayor grado de escepticismo e ironía en ambos.

Acción, intriga, dinero, poder, sexo, ambiciones y frustraciones, lealtades y odios son los ingredientes hábilmente cocinados en una novela que agarra la atención del lector desde el principio hasta el final. Cuando la trama está ya bastante avanzada se introduce un nuevo elemento de intriga en la operación judicial y policial que pretende asestar un golpe mortal a las redes del narcotráfico. La novela se complace en desarrollar la colaboración entre las fuerzas implicadas, manteniendo el suspense hasta la última página.