Novela

La cuarta mano

JOHN IRVING

3 octubre, 2001 02:00

TRAD. JORDI FIBLA. TUSQUETS. BARCELONA, 2001-345 PÁGINAS, 2900 PESETAS

La película Las normas de la casa de la sidra popularizó al escritor norteamericano John Irving, conocido por los lectores españoles, pues todas sus novelas se han publicado aquí. Sirvió también Príncipes de Maine, reyes de Nueva Inglaterra (pues tal era el título que inspiró la película), para terminar con el recuerdo de El mundo según Garp, referencia inevitable en Irving.

La cuarta mano vuelve a colocarnos al borde de situaciones atípicas, como aquellas de Libertad para los osos o Un hijo del circo. El protagonista es Patrick Wallingford, un atractivo comentarista televisivo de una cadena sensacionalista. Patrick está en la India, cubriendo la muerte de un hombre en un circo, fallecido por el golpe sufrido cuando intentaba salvar a su compañera que se desplomaba desde el trapecio.

Mientras entrevistaba al director del circo, con la jaula de los leones como fondo, rugieron las bestias y el presentador, en un acto reflejo, acercó el micrófono para que se escucharan los rugidos. Surgió la zarpa de un león entre los barrotes cuando introducía el brazo en la jaula, seccionándole la mano de un mordisco.

El accidente, contemplado en directo por miles de telespectadores, sirvió para popularizar a Patrick, quien, mutilado, pudo acostarse con más mujeres que antes, sin importarle lo que pensara su esposa -que, dicho sea de paso, hubiera preferido que el león le hubiera seccionado "otro" apéndice. Años más tarde una viuda, Doris, decide donar la mano de su esposo (que se ha suicidado) al reportero manco, aunque pone condiciones, como unas visitas reguladas a la mano de su esposo. A ello se presta el Dr. Zajac, un cirujano bostoniano que se divierte paseando con su perro y recogiendo los excrementos de otros chuchos para lanzarlos al río Charles.

Este triunvirato de personajes será secundado por la esposa de Patrick, el marido de Doris y la casera del Dr. Zajac, que actúan como soporte conceptual en el diseño de sus correspondientes parejas. Al mismo tiempo, entre los tres protagonistas, se irá urdiendo una relación complejísima en la que el amor, o para ser más precisos, el descubrimiento del amor, tendrá un efecto catártico que se plasma en la paz interior que alcanza cada uno de ellos.

A estas alturas, a uno ya no le impresiona el depurado estilo de Irving, ni su excelente diseño de personajes -aunque éstos no sean los mejor logrados, con abundantes pasajes sexuales, algunos gratuitos- y tampoco la compleja estructuración de sus novelas; pero sigue sobrecogiendo su capacidad satírica y las situaciones cotidianas y atípicas a un mismo tiempo, entre las que el autor se mueve como pez en el agua.

En La cuarta mano, por ejemplo, el tema de la paternidad adquiere una gama de matices que trascienden lo literario para adentrarse en terrenos de la filosofía e incluso de la psicología. Algo parecido ocurre en cuanto a las relaciones de parejas, en las que creemos escuchar lejanos ecos de Updike y también, por qué no decirlo, de Henry James. Hace gala además de un depuradísimo humor - Otto, el donante de la mano, era zurdo y Patrick diestro- llegando a provocar situaciones tan imaginativas como embarazosas.