Novela

El viaje

Sergio Pitol

31 octubre, 2001 01:00

ANAGRAMA. BARCELONA, zooi. i66 PÁGINAS, 1.900 PESETAS

El viaje no es sólo el relato de un viaje -aunque también-, ni, como se anuncia al inicio, parte de un amplio diario en el que el autor anotaba impresiones de lectura, paisajes y personajes. Es todo ello a un tiempo y, a la vez, un camino interior, la identificación con culturas tan alejadas, en principio, de México y lo español como el diverso mundo eslavo.

Cierto es que Sergio Pitol no será el único autor en nuestra lengua en sentirse atraído por el exotismo del "alma rusa" que aquí intentará definir: "Ante la crueldad de siglos y una historia implacable [...] lo único que les queda es el alma. Y en el alma del ruso incluyendo su energía, su identificación con la naturaleza y la excentricidad". Trataré de justificarlo. Pitol conoce bien, a diferencia de Pardo Bazán en su tiempo, el país y la lengua, puesto que ocupó diversos puestos diplomáticos en Varsovia, Budapest, París, Moscú y Praga. Pero también estudió en Roma, tradujo en Pekín y en Barcelona, donde le conocí, y fue profesor universitario en Xalapa y Bristol. Sus experiencias hubieran podido dar una verdadera enciclopedia de viajes, aunque aquí se ha limitado a ofrecernos unas breves notas dispersas sobre su experiencia en los tiempos de la perestroika.

"Iván, niño ruso", como gustaba en calificarse siendo muy niño, nos ofrecerá sus impresiones de un viaje a Georgia y a su capital Tblisi, con aires de renovación frente al exhausto oficialismo soviético. Allí, entre banquetes que durarán cinco horas, descubrirá también que el primer libro literario escrito en georgiano data del siglo V y que el siglo de oro de su- literatura es el XII y su texto más importante El caballero de la piel de tigre de Shotá Rustaveli.

Pero, entre las abundantes lecturas de aquel entonces y sobre los grandes maestros de la literatura rusa que desfilan en estas páginas, Pitol ha elegido a Gógol. También dedicará un buen número de páginas a Marina Tsvietáieva, no sólo por su obra extraña, sino por la tragedia que rodea a su familia, su exilio y su suicidio en 1941. De su ensayo sobre Bély afirma que "inventa una construcción diferente del discurso. En su escritura de ese período, los 30, siempre autobiográfica; todo se diluye en todo: lo minúsculo, lo jocoso, y lo cuenta a un ritmo inesperado no exento de delirio, de galope, que permite a la misma escritura convertirse en su propia estructura, en su razón de ser". Tal vez sea éste el propósito de El viaje. Sergio Pitol prefiere Moscú a San Petersburgo. Recorre sus callejuelas, las librerías de lance, el restaurante Bakú, museos como el Pushkin y el Gógol, porque en aquel apartamento escribió y quemó la segunda parte de Las almas muertas y sus últimos escritos. El autor describe su agonía y hace notar su carácter simbólico.

Advertimos la atracción por lo exótico en el viaje-eje, invitado por los escritores georgianos, a comienzos de 1986. Puede advertirse, asimismo, la escasa presencia de Praga, ciudad en la que llevaba por aquel entonces ya cuatro años, a la que Pitol, sin embargo, admirará. Intenta justificar la escasez de notas sobre ella en sus cuadernos de la época: "La carencia de referencias escritas sobre mi contacto cotidiano con Praga me desalentó". Pero esta ausencia la suple con el espíritu de la ciudad que planea sobre muchas de sus notas. El viaje suma varios géneros marginales. Contiene elementos autobiográficos, intimidades, reflexiones sobre las lecturas de la época, las circunstancias políticas del momento -Gorbachov al fondo-, análisis biográficos e impresiones personales sobre los personajes que frecuentó. Su prosa se adapta a cada circunstancia. Analítica en ocasiones, impresionista en otras, reflexiva, cortante, escatológica, siempre fluida. El libro en ningún momento decae en interés, antes al contrario. Completa la personalidad del autor de Domar a la divina garza (1988), novela que fue concebida en este viaje delirante a Tblisi, en el exótico Cáucaso, nuestro origen. No deja de ser también revelador su intento, al filo de la comedia de enredo, de desligar su personalidad diplomática de su actividad como escritor.