Image: La piedra imán

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Novela

La piedra imán

ÁLVARO BERMEJO

28 noviembre, 2001 01:00

Premio Ateneo de Sevilla. Algaida. Sevilla, 2001. 598 páginas, 3.200 pesetas

Bermejo pertenece a esa clase de narradores que disfrutan contando peripecias dramáticas encarnadas en personajes desgarrados. Al servicio de ese gusto pone la variedad de escenarios y épocas (el Oriente o las Indias; tiempos pretéritos o la actualidad) y su inclinación por una prosa elaborada. La nueva obra de Bermejo, La piedra imán, no se desmarca de esas preferencias generales. La acción se desarrolla en Cuba algo antes de su independencia. De hecho, hitos del proceso cerrado en 1898 van pautando el avance de la anécdota: ambas guerras, la Larga y la Chiquita, la Paz de Zanjón... En paralelo, se precisan datos de la historia política de la metrópolis: la llegada de Amadeo, el asesinato de Prim, la proclamación, boda y muerte de Alfonso XII... Al hilo de unos y de otros, se mencionan e incluso participan en la ficción personajes clave del momento: los independentistas Maceo, Martí o Rizal; las autoridades metropolitanas: el "carnicero" Weyler, Martínez Campos, Sagasta, Cánovas (y su ejecutor Angiolillo)...

Este soporte histórico verista acompañado de notaciones sociales de la isla sirve como de colchón a una peripecia disparada hacia lo imaginario, lo ritual y lo mágico (a ello se refiere la piedra del título) por medio de una historia de amor que cuenta su propia protagonista, una bella y tuerta mujer de clase alta. La narradora hace una "crónica" que mezcla pasado y presente, reconstruye el círculo familiar, penetra en el mundo de la santería y el vudú, y da rienda suelta a sus obsesiones personales; la chica, alcanza, por fin, un anhelado amor romántico paralelo al doble hundimiento del Maine y de la "España del régimen de mentira que sustentó todo el edificio de la Restauración entre oprobios y espadones".

Este simbólico desenlace, cifra de una visión muy crítica la época, con un general opiómano, con políticos incompetentes, con una monarquía esperpéntica..., se abre a interrogantes existenciales: si al principio del relato se afirma que la vida duele, al final aparece la pregunta clave, ¿qué es la felicidad? La mujer se contesta que es el punto de partida de una nueva forma de conocimiento desde la cual se alcanza también la muerte y se descubre cómo "a cierta altura de la vida, toda muerte es resurrección". La historia de una pasión llena de amargura se salda con una apuesta espiritualista no extraña al sentir manifestado por Bermejo en otras ocasiones.

Debe destacarse la ideación novelesca intensa y llena de interrogantes de la que surge esta novela. Y otras cualidades más como la creación de personajes sugestivos y bien trazados, con una enriquecedora sombra de misterio, tal la cocinera Celeste. O las plásticas descripciones ambientales. Y la pluralidad de anécdotas complementarias o secundarias de la principal. A pesar de estos méritos parciales, no termina de fraguarse la novela plena que hay en potencia.

Ello se debe a algunas serias limitaciones. Una, la abundancia anecdótica deriva a una incontinencia que termina por producir cansancio. Otra, un culturalismo excesivo que engarza al medieval Gilles de Rais, al romántico Borrow, a los modernos Bell, Cajal o Churchill, y acaba por parecer un recetario. Y, en fin, pero sobre todo, por el brillo verbal que actúa como un lastre. La narradora tiene a gala escribir frases auténticamente rim- bombantes. Malo en sí mismo este gusto por la expresión encopetada, se acompaña además de excesos verbalistas.

Lamento hacerle tantas reservas a La piedra imán porque tengo a Alvaro Bermejo por un autor serio y facultado. Su voluntarioso esfuerzo creativo y la ambición de sus propósitos merecen un respeto, pues, a pesar de esos reparos, ésta es una novela digna que no tiene nada que ver con tanta obra mediocre, banal y oportunista como nos asedia y pasa por literatura.