Enrique Murillo: "He fracasado tantas veces... y ni así aprendo"
Pregunta: Dice que escribe porque se hace preguntas que no sabe contestar: ¿seguimos?
Respuesta: Bueno, después de escribir me quedo casi igual. Así que parece que seguiré escribiendo. Dice una amiga que por el título se diría que he escrito un libro de autoayuda. Suponiendo que sea cierto, no me sirve ni a mí.
P: ¿Qué le pasa?
R: La vida me produce cierta desazón, como a todo hijo de vecino. Freud decía que en la cultura sentimos malestar. Fuera de la cultura es peor. Es la selva.
P: ¿Y a los demás?
R: Lo mismo que a mí. Somos un desastre. Conocemos el mapa del genoma humano, y no sabemos convivir en paz. Y eso desespera. Y hace que uno busque respuestas. Por eso todos leemos libros y algunos los escribimos.
P: Que la vida iba en serio, ¿uno lo empieza a comprender demasiado tarde?
R: Yo desde luego, sí. Muy tarde.
P: ¿Cuál es su Partenón, Alfaguara quizás?
R: Alfaguara en lo profesional puede serlo. Trabajo con gente que me gusta, con objetivos que me gustan. Procuraré hacerlo bien, editar buenos libros que vendan adecuadamente.
P: Qué le pasa al mundo de la edición española?
R: Está en crisis. Va a haber muchos despidos este año. Algún amigo mío está en la calle ya. Pero se recuperará. Hay unos cuantos editores de primera.
P: ¿Sabe ya qué es “para siempre”?
R: Un buen amigo de sus amigos. Un buen padre de sus hijos. Un buen marido de su esposa. ¡Espero!
P: ¿Qué haría si se encontrase con el fantasma de la felicidad perfecta?
R: A mí, los fantasmas, sólo en literatura. Si viera uno en la realidad me pasaría como al personaje de Conrad, se me pondría el pelo blanco. Del todo.
P: ¿Y con el del fracaso absoluto?
R: Los fantasmas lejos, y este fantasma en particular más lejos todavía. He fracasado tantas veces, me he equivocado tantísimas más... que ni así aprendo. Pero yo soy un optimista, y un hombre afortunado, siempre caigo de pie, no me da pereza levantarme.
P: Su protagonista descubre que viajar no supone separarse de uno mismo...
R: Claro, nos vamos para encontrarnos, para reconocernos en el espejo cóncavo de otras formas de vida, otras culturas. Cuando me fui de España, los últimos años de la dictadura, logré entender un poco mi país.
P: ¿ “La vida nos sujeta porque precisamente no es como la esperábamos”?
R: La vida cumple parte de sus promesas, pero eso no nos basta. El deseo arranca ahí mismo, y es el deseo quien nos sujeta.
P: ¿Cómo la esperaba?
R: Menos atropellada, seguro. Marías dice que soy un saltarín y Vidal Folch que tengo el culo inquieto. Juro que no es por voluntad propia.
P: Si no hay nada que
buscar ¿qué hacemos?
R: Vivir la inmanencia, pelear cada día por hacer alguna cosa bien hecha: yo busco libros buenos, escribir alguna línea que no esté del todo mal, cuidar mi huerto, lavar la ropa.
P: ¿En qué se diferencia la vida de un editor de la de un verdulero o un librero que repite, día a día, una rutina monótona?
R: Es un trabajo arriesgado, distinto cada día, que te obliga a estar en permanente vigilia. Al menos yo lo vivo así. Tratas con gente muy especial, muy inteligente, los escritores. Lees. Es un privilegio.
P: Después de pasar por Anagrama, Plaza&Janés y Planeta, ha llegado a Alfaguara: ¿ha llegado a ser lo que estaba destinado a ser?
R: Lo era ya, viéndolo con la distancia de los años, fijándome en todo el recorrido: me apasionan los libros, y sigo metido en el mundo de los libros.
P: ¿Es dueño de sus días?
R: No, los he alquilado, y sólo espero que me dure el contrato. Vivir es increíble. Pese a todo.
P: ¿Qué le falta y qué le sobra a la edición española?
R: Le iría de maravilla algún tipo de prescriptor, alguien en cuyo gusto y criterio la sociedad confiara. Le sobra gente atraída por la parte de espectáculo que tiene el negocio, los que están en esto por salir en la foto.
P: ¿Y a los suplementos?
R: Modestia, saber que son hojas de un diario, de usar y tirar. Vocación de servicio para todos los lectores en lugar de buscar sólo al experto, al especialista. Les faltan lectores, y deberían preguntarse por qué son una de las secciones menos leídas de los diarios.
P: ¿Cuál ha sido “el más grotesco de sus fracasos”?
R: El trabajo de editor trae consigo el fracaso como experiencia cotidiana. Pero sé que me equivoco y sigo teniendo la desfachatez de creer que voy a acertar, al juzgar, por ejemplo, un manuscrito de esos que llegan sin padrinos.
P: ¿Qué es, editor o escritor?
R: Las dos cosas, y traductor, crítico, hortelano, paseante, recolector de setas, viajero, marido, padre y abuelo, como mínimo. Parece que me defiendo un poco, sólo un poco, en algunas de estas cosas.
P: ¿Y quién es, para siempre?
R: Esa página no está escrita todavía de forma definitiva. Pero me gustaría un epitafio como el del protagonista de Kipling, “Kim, el amigo de todo el mundo.”