Image: Satanás

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Novela

Satanás

Mario Mendoza

6 marzo, 2002 01:00

Premio Biblioteca Breve, 2002. Seix Barral. Barcelona, 2002. 285 páginas, 16 euros

Mario Mendoza (Bogotá, 1964), último premio Biblioteca Breve 2002 con Satanás, no puede considerarse un descubrimiento, ya que con anterioridad había publicado tres novelas: La ciudad de los umbrales (1992), Scorpio City (1998) y Relato de un asesino (2001), así como el libro de relatos La travesía del vidente (1995).

Satanás es novela de oficio, en un Bogotá apenas entrevisto aunque determinado por la violencia y la maldad concreta. Los protagonistas van configurándose alrededor de Campo Elías, un héroe de Vietnam que se convertirá en asesino. Según ha confesado el autor, fue un personaje real con el que llegó a conversar en varias ocasiones, hasta que mató en Bogotá a más de 20 personas. La novela cabalgará entre la invención y el testimonio. A su vez, toma de la tradición literaria temas como la múltiple personalidad, la presencia objetiva del Mal, la encarnación de éste en Satanás, el tema de los endemoniados, la violencia y el problema colombiano. Tales ingredientes, a los que cabe añadir un estilo directo, acompañado de diálogos breves y bien elaborados, más los diarios imaginados de Campo Elías y algunos monólogos interiores constituyen las técnicas de una novela de éxito, no lejos del best-seller.

El desarrollo de la trama conduce a la catarsis final, un último capítulo que llevará por título el de la novela. Habrá que añadir algunas figuras de origen literario excesivamente tópicas: el pintor de retratos Andrés, quien anticipa en sus modelos las futuras desgracias que les aquejarán (que nos lleva a recordar a Dorian Gray). Todo parece confluir en la figura emblemática del P. Ernesto, un sacerdote amancebado con Irene y hacia el que confluyen una serie de personajes caracterizados por sus desviaciones: un asesino y, a la vez, suicida; María, bella joven que se dedica al robo de ejecutivos ricos, junto a los dos miembros que conforman una reducida banda. El sacerdote ignora su actividad, aunque la protegió desde su niñez desde el orfelinato; el pintor resulta ser sobrino del sacerdote y aquél conocerá a Campo Elías en un bar. Aparecerá también una niña con signos de posesión, ya que intentará seducir al P. Ernesto, insultará a su madre y a su cuidadora y modulará sus blasfemias en varias voces, en tanto que las instituciones eclesiásticas se desentienden del caso. Todo en la novela parece que lo hayamos visto o leído. El tiempo interior no resulta convincente. Tampoco la temática del Mal y el problema de Colombia o los personajes.

Mendoza ha ido construyendo una tela de araña en la que el lector queda prendido. Pese a que se alude en varias ocasiones al Mal, no figura una justificación de su existencia objetiva, aunque el narrador defiende una tesis que adquiere un tono apocalíptico: "¿No bastaba una caminata por la ciudad para darse uno cuenta de que estaba deambulando por entre círculos infernales?". Pero Campo Elías pone fin con una matanza a cualquier propósito de enmienda o rastro de felicidad. Si él representa a Satanás, la concepción del mal resulta tan elemental como poco creíble.

Como novela de tesis, Satanás no convence. Queda lejos de algunas aproximaciones al tema de la narrativa francesa de los años 30. Fruto de la mitología popular y cinematográfica, se limita a narrar una historia de terror y violencia, con ciertas dosis de erotismo, algo de heterodoxia religiosa y cultura urbana. Mario Mendoza no ha arriesgado ni en la tesis, ni en los mecanismos formales. Busca al gran público y es probable que lo encuentre, pero si la verdadera literatura supone riesgo, Satanás manifiesta tan sólo buen oficio.