Novela

El hijo de la Garza

Antonio Pérez Henares

5 junio, 2002 02:00

Plaza & Janés. 242 págs, 17 euros

Pérez Henares (Bujalaro, Guadalajara, 1953), periodista , autor de investigaciones sociológicas y de libros de viajes, cuentos y novelas, ha comenzado una serie narrativa de aventuras localizada en la Prehistoria, concebida para recrear la lucha del hombre primitivo con la naturaleza hostil, inmerso en pasiones elementales desatadas sin el corsé de la civilización moderna pero que son las fuerzas que han movido a los seres humanos de siempre. En el origen de esta serie habrán influido fenómenos actuales como los hallazgos de Atapuerca o el éxito de El clan del oso cavernario y el desengaño por tantos ideales traicionados en nuestro mundo globalizado en lo que a unos pocos interesa, con la necesidad en otros de evadirse hacia tiempos pasados en recreaciones de la novela histórica.

La serie se abrió con Nublares y ahora continúa con El hijo de la Garza, localizadas en la Prehistoria, cuando el Paleolítico empezaba a dejar paso a los avances del Neolítico. Ambas novelas cuentan la épica cotidiana del primitivo clan de Nublares en su aventura de la vida, cuando casi todo estaba por hacer en la lucha heroica del hombre con la naturaleza y las relaciones entre los seres humanos.

El hijo de la Garza cuenta la transición de aquella humanidad primitiva hacia un mundo nuevo. Las tres partes en que está dividida marcan períodos de dicha evolución. La primera entronca con la novela anterior para trazar genealogías, amistades y rivalidades entre los de Nublares y otros clanes de las montañas. En la segunda parte los dos jóvenes más queridos de este clan de cazadores emprenden un viaje hacia el sur que los llevará hasta los poblados del mar. Descubren pueblos de cultura más avanzada y desarrollan su aprendizaje de la vida en relación con nuevas gentes, en sus experiencias de amor y en su conocimiento de otros pueblos que han progresado en su afán por dominar la tierra. La tercera parte concluye con el regreso de los dos viajeros transformados por el aprendizaje adquirido, su prisión entre los enemigos de Nublares y su liberación posterior en un final abierto que podrá ser continuado en próximas entregas. Con tales ingredientes el autor ha construido una novela de aventuras en la primitiva lucha por la vida, didáctica en su curiosidad e interés por la naturaleza y clásica en su organización formal. En el texto se han deslizado errores como la forma incorrecta "desandaron" (pág. 176) y algunas concordancias anómalas de formas verbales como "solían haber pequeñas cuevas" (pág. 118) y "podían haber ríos" (pág. 149). No son muchos y podrán corregirse con facilidad. Por lo demás, la novela se lee bien, por su narratividad y la fluidez de su prosa con aires de relato mítico.