Image: Aprender a huir

Image: Aprender a huir

Novela

Aprender a huir

Care Santos

12 junio, 2002 02:00

Care Santos. Foto: Mercedes Rodríguez

Seix Barral. Barcelona, 2002. 222 páginas, 15 euros

El título de la nueva novela de Care Santos, Aprender a huir, resume la idea central que mueve a la autora. Consiste en proponer la huida como solución a una existencia desquiciada y regida por un fuerte determinismo. Tal alternativa no equivale, sin embargo, a un happy end. La soledad y la frustración acumuladas por los personajes carecen de remedio.

Al revés, un verso de Benjamín Prado puesto al frente del libro da la clave de su sentido no explícito: "Escapar no significa ir a alguna parte". Este radical pesimismo constituye la tesis de la obra, pues de tesis debemos hablar directamente. De ahí procede la configuración formal, que viene a ser una historia montada para mostrar la verdad de tal planteamiento. Así el argumento engarza las vidas de un puñado de seres atormentados en una Barcelona de última hora donde ya corren los euros.

En principio, Care Santos cuenta una serie de anécdotas referidas a la existencia cotidiana de unos pocos personajes que destacan entre un número más amplio. Se centra en una pintora que trata de apresar en el lienzo el misterio de la pasión y el dolor que antes experimenta con sus modelos, también amantes, y en la responsable de unos gorilas en un zoo, ansiosa por ser madre. Alrededor de estas mujeres giran otras gentes hasta configurar un pequeño microcosmos: los respectivos maridos, un joven prostituto, el jefe y otros trabajadores del zoo, un empresario feroz...

Casi todas estas personas llevan a cuestas historias poco comunes; al menos, no pueden tenerse sino por excepcionales las relaciones sado-masoquistas de la pintora y su modelo o una villana traición al suegro de cuyo plato se come.

Además, entre los personajes se establecen vínculos que dan idea de un mundo regido por la ley del azar. La novela está llena de casualidades, que llegan a rizar el rizo de la inverosimilitud o la exageración extrema. La zoóloga intenta localizar a un joven al que lesionó con su coche y lo descubre por azar en un bar; tras él, va al prostíbulo donde el chico trabaja y se cruza en la puerta con su jefe; así descubre que éste utiliza los servicios sexuales del mozo, al cual ella también contrata con idénticos fines.

Esta y otras peripecias resultan demasiado rebuscadas, pero no carentes de motivo ni de intención. El azar forma parte de una concepción materialista de la existencia que tiene otros puntos de apoyo. Uno está en el abundante sexo, presentado con mucho detallismo y crudeza fisiológicos, manifestación de una animalidad instintiva, de un crudo zoologismo.

Con éste tiene que ver, a su vez, una reiterada serie de comparaciones entre nuestra especie y los animales, en las que, por cierto, no falta alguna mención a la diferencia entre los sexos desfavorable para el masculino. También se utilizan símbolos y un mito clásico (el de Eros y Psique) para elaborar esa visión del mundo. La tesis mencionada tiene, pues, un soporte alegórico, al cual contribuye también la estructura de la novela, dividida en dos bloques basados en una simbología antigua: la noche y el día. En el primero se desarrollan las acciones del presente y en el otro se añaden datos complementarios sobre los personajes y se aclaran algunos sucesos. Aprender a huir es, por tanto, un relato concebido de una forma muy reflexiva, pero ahí está su mayor debilidad.

Todo el mecanismo complejo diseñado por la autora responde al deseo de confirmar unos principios abstractos. Pero carga las tintas demasia- do en todo ello. Aceptemos que la realidad puede proporcionar situaciones y comportamientos tan retorcidos como los que se nos cuentan. Sin embargo, el criterio de selección unilateral hace que, en conjunto, la novela no sea representativa de nada; lo que cuenta apenas convence. Lo cual es de lamentar porque despliega un buen arsenal de recursos literarios, maneja variadas perspectivas, utiliza una prosa entrecortada y vivaz, y revela versatilidad lingöística e imaginativa.