Image: El mago

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Novela

El mago

César Aira

10 julio, 2002 02:00

César Aira

Mondadori, 140 págs., 12 euros. Varamo. Anagrama. 128 págs., 9’13 euros. La liebre. Emecé. 224 págs, 17’5 euros

César Aira es hoy por hoy uno de los autores más inclasificables de la narrativa hispanoamericana. Inclasificable por su originalidad, por su brillantez, por su sabiduría en el oficio de narrar en el que mezcla humor, imaginería desbordante y agudas reflexiones.

Sus novelas (sería más preciso decir nouvelles) están dotadas de una perspectiva insólita de contemplar la realidad y de una perspectiva de contemplar el hecho narrativo, por eso denotan ese sesgo extraño, atrabiliario a veces que se ha convertido en marca de la casa.

La presencia de Aira en el panorama editorial español viene siendo constante en los últimos años, pero es francamente minoritaria. En Aira, literatura y mercado son conceptos que no se toleran bien. Sus textos oblicuos, disparatados, su capacidad provocadora, se amoldan mal a una lectura complaciente, y a pesar de ser un autor de culto, todavía no ha roto entre nosotros ese cerco de los halagos críticos en los suplementos literarios, y ese aura de escritor raro, extraño a cierto discurso dominante. El azar editorial ha querido, sin embargo, que tres títulos suyos coincidan ahora en las librerías. Uno de ellos (La Liebre) es la edición española de esa novela que apareció en Argentina hace más de diez años y donde el trasfondo histórico le permite una reflexión sobre su país. Una novela formalmente clásica pero donde subyacen algunas de sus obsesiones.

Donde nos vamos a encontrar al Aira más radical, más endiabladamente certero e iconoclasta y desintegrador de las certidumbres del género novelesco va a ser en esas dos piezas de orfebrería que son Varamo y El mago. A medio camino entre El paseante de Walser y La tarde de un escritor de Handke, son textos fronterizos. En ellas se combinan una trama disparatada a la que no es ajena la idea del juego y una reflexión sobre el hecho de narrar, sobre sus posibilidades y límites. Protagonizadas por un par de aprendices de la vida, estos héroes de medio pelo son dos magníficos ceros. Los avatares que definen a ambos tienen que ver con el problema de su identidad personal, con esa aletoriedad de su conciencia que no se estructura en un yo orgánico y concluso. Les salva de ser auténticos peleles una determinación, y les salva de la enajenación el que al final encuentren un hilo ordenador de su caos. Varamo, un oscuro funcionario panameño al que le dan la paga mensual en billetes falsos, taxidermista, va a explicar cómo súbitamente, sin preparación literaria alguna, escribe uno de los poemas más importantes de la poesía hispanoamericana, "El Canto del Niño Virgen". El Mago, ambientada también en Panamá, y novelísticamente más lograda, nos describe los desvelos de un mago real por presentarse como tal en una reunión del gremio, por escapar a su condición mediocre mediante una actuación que desvelará que él es el mago mejor del mundo. La mayor enjundia literaria de esta obra no está lograda por un mayor perfil del personaje sino, acaso, por la profundidad de pensamiento que Aira despliega.

No es extraño, sin embargo, que el lector de ambos relatos se encuentre siempre al borde de un precipicio en el que no sabe si le están narrando ocurrencias o está ante un texto literario que se critica a sí mismo. La escritura que Aira ha desarrollado en estos últimos años lucha contra el gran estilo y contra los moldes canónicos de la novela. Su capacidad de provocación no tiene límites, su carácter corrosivo tampoco. Sus textos son letales contra el sentido común, un trabajo parecido al de Penélope, una fuga por disociación, un metódico absurdo que sólo puede restituir la escritura.