Elvira Lindo: "Odio a los amantes de la sinceridad. Los temo"
Elvira Lindo, por Gusi Bejer
Pregunta: ¿Qué resulta para usted Algo más inesperado que la muerte?
Respuesta: Es el resultado de un tiempo muy especial, es la decisión de contar una historia más densa, más comprometida que lo que había hecho antes.
P: ¿Cree que muchos autores pasarían “la prueba del anticipo” con soltura?
R: Creo que los autores tienden a comparar sus anticipos, pero nadie lo hace abiertamente, sino en secreto, con los agentes, en su casa...
P: ¿Y usted, se ríe mucho cuando compara los suyos con los de sus amigos?
R: Yo no me río de los anticipos de los demás porque no suelo compararme. Y le confieso otra cosa: cobro anticipos modestos, no me gusta sentirme en deuda con la editorial. Soy demasiado soberbia.
P: ¿Qué le ha prestado a Eulalia de su propia trayectoria profesional?
R: Los años 80 en la radio. Fue una época que yo viví intensamente, una época de cambio estético y político muy excitante. En lo demás (salvo en algunas neurosis) no nos parecemos en nada: nunca sería feliz viviendo por delegación la trayectoria de un hombre importante.
P: Las tres mujeres del relato (Eulalia, Leonor, Tere) ¿son realmente diferentes?
R: Se parecen en que dan una importancia tremenda a las cosas materiales. No es algo que yo juzgue. Quieren vivir bien y son implacables a la hora de conseguir lo que quieren. Se diferencian en que Leonor no sufre, porque no tiene conciencia; Tere tampoco sufre, porque su corazón quedó en la niñez adormecido; y Eulalia sufre continuamente.
P: ¿Por qué los hombres del libro son vanidosos, inseguros o aprovechados?
R: No he querido castigar a los personajes masculinos, ha sido inconsciente que sean tan torpes. A lo mejor pienso que los hombres fallan sobre todo en su educación sentimental.
P: El retrato que hace de las infancias de las protagonistas es terrible... ¿Es la otra cara de Manolito Gafotas?
R: No he escrito esto para retratar una infancia diferente a la de mi personaje infantil. Lo que les ocurre a estas mujeres es muy común. Se han criado con adultos que no las quieren o que no las saben querer o se aprovechan de su inocencia. Siempre me ha impresionado el sufrimiento infantil, y me he preguntado qué tipo de adultos surgen de niños infelices.
P: Un personaje renuncia a escribir “haciendo piruetas” y se pasa al periodismo: ¿cómo se hace el camino inverso?
R: El periodismo me ha servido de mucho para escribir. Me ha servido para ser sencilla, precisa, poco retórica y poco indulgente.
P: ¿Y no teme romperse la crisma?
R: Durante mi carrera hay gente que me ha advertido de todo tipo de peligros. En cada entrevista el periodista me previene del peligro de ser la mujer de Muñoz Molina, de ser encasillada por Manolito, de no ser tomada en serio por mis artículos, y ahora, del peligro a que el lector no se acostumbre a este nuevo registro. ¿Se les advierte a los demás escritores de todos los peligros con los que se pueden enfrentar o es a mí solo?
P: ¿Cuántas cosas “de esas que se piensan y no se dicen” tiene que callar al día?
R: Todos callamos cosas. Y me parece bien. Yo procuro callar aquello que puede ser hiriente, grosero, maleducado. Odio a los amantes de la sinceridad. Los temo.
P: ¿Y cómo se defiende de sus ataques?
R: Procuro no codearme con gente agresiva, y los adalides de la sinceridad suelen ser muy agresivos. Tengo cierta habilidad para quitarme de encima a gente que no me gusta. No tengo tiempo para dedicárselo a personas desagradables.
P: ¿Y de la nostalgia?
R: Sólo siento nostalgia por mi madre y poca cosa más. En el pasado no estaban ni mi marido ni mi hijo ni los hijos de mi marido, y no me imagino una vida sin ellos. Tampoco me gusta el futuro. Vivo con emoción el presente.
P: Dice la promoción de su novela que, tras leerla, la vida no vuelve a ser igual. ¡Qué miedo!, ¿no?
R: Bueno, no suelo meterme demasiado en las frases publicitarias de los libros. Siempre dan un poco de rubor. Pero si lo tomamos en el sentido de que una novela te puede hacer reflexionar, ¿por qué no?
P: Ahora está en Nueva York ¿porque es uno de los pocos sitios donde su “santo” puede salir a la calle sin careta por Tinto de verano?
R: Mi marido, Antonio Muñoz Molina, lleva con mucha gallardía el haber sido convertido en un personaje cómico. Es un personaje, no es un retrato. Y no creo que le haga falta careta en ningún sitio. Tiene un gran sentido del humor, mucho más que otros que presumen de tenerlo. El lector inteligente puede sacar la conclusión cuando lee mis artículos de que lo adoro.
P: Interpretó a una guardia civil en una película de Albaladejo, fue barrendera en otra... ¿Para cuándo un papel de marquesona?
R: Albaladejo me dice que siempre me escribo a mí misma personajes populares cuando lo que me iría serían personajes sofisticados. Estoy abierta a todo, se lo aseguro.