Image: El último Juan Balaguer

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Novela

El último Juan Balaguer

Miguel Catalán

30 enero, 2003 01:00

Miguel Catalán

Algar-Taller de Mario Muchnik. Alzira. Valencia, 2002. 242 páginas

Miguel Catalán (Valencia, 1958) es un ensayista que no ha tenido prisa en publicar sus trabajos. Sus especulaciones crecen entre la filosofía-historia de la cultura y la fabulación, como se ve en sus ensayos sobre El prestigio de la lejanía y Genealogía del engaño.

El carácter ensayístico impregna también su primera novela, El último Juan Balaguer, en cuya estructura, compleja y de meticulosa ordenación, se armonizan componentes muy diversos, desde la curiosidad presente por algún aspecto de la historia cultural como la pintura de Delacroix, hasta el interés por la memoria del exilio español, pasando por el proyecto moral y artístico de crear una novela en donde los fragmentos de esta historia plural se integren en la cadena de violencia que representa el curso de la humanidad.

Se trata, pues, de una novela ambiciosa, quizás en exceso. Pero es, sin duda, un texto de alto mérito literario, sobre todo por su composición polifónica sustentada en una estructura tripartita con tres relatos alternantes, complementarios y convergentes. El relato primero desarrolla la búsqueda y encuentro de Antonio Guillem, joven y escéptico periodista y escritor atraído por las pinturas y el diario africano de Delacroix, con Rosario álvarez, un enigmático pintor español residente en París que le proporciona libros y documentos de gran valor.

El relato segundo, en fragmentos alternantes con el anterior, es el diario de un refugiado valenciano en Francia tras la caída de la República en España; sus anotaciones abarcan el invierno y la primavera comprendidos entre el 3-XII-39 y el 21-VI- 40. La difícil imbricación entre dos textos tan diferentes por su contenido y por el tiempo de su escritura (años 90 el relato primero, inmediata posguerra y comienzo de la II Guerra Mundial el segundo) se consigue con eficacia por medio de procedimientos varios. El más importante lo constituye, al cabo, el relato tercero, alternante con los dos anteriores pues en sus sucesivos fragmentos, se pretende articular una serie de episodios que, por vía simbólica, representen otros tantos eslabones de la historia de la humanidad en su cadena de violencias, engaños, dogmatismos y tantas incompresiones que rechazan al ser diferente.

Pero hay otros importantes nexos que anudan estos tres relatos hasta convertirlos en una novela de estructura bien trabada. El encuentro de Guillem con álvarez en Valencia transcurre durante una larga cena regada con alcohol y prolongada en sesión de hipnosis. Esto da carta de verosimilitud a los experimentos del mago y misterioso pintor, quien puede imaginar una serie de cuadros en los cuales se recogen contenidos de los capítulos de la novela que Guillem está escribiendo e incluso de los que no están escritos y piensa escribir. Por eso pide al joven novelista que escriba la novela de aquellas figuraciones. Y para ello le envía después un cuaderno con el diario que él mismo redactó desde su confinamiento en el campo de refugiados de Argelès en 1939 hasta su fuga de la unidad de trabajo encargada de reforzar la línea Maginot en junio de 1940. De modo sutil, por sus pasos contados, la impostura de Rosario álvarez va dejando paso al verdadero Balaguer, viejo republicano que vive amedrentado por sus recuerdos, autor del diario que hemos estado leyendo y protagonista de la novela que Guillem escribe en memoria del exilio español a la vez que discurre sobre su proceso creativo.

He aquí una novela importante por su ambición de conocimiento y por las virtualidades de su estructura.