Image: Dunas

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Novela

Dunas

Felipe Hernández

10 abril, 2003 02:00

Felipe Hernández. Foto: Jaime Villanueva

Premio Juan March. Bitzoc. Palma de Mallorca, 2003. 156 págs

He aquí un relato excelentemente escrito, minucioso, abundante en detalles y reflexiones de gran agudeza y que, sin embargo, va poco a poco cayendo en la artificiosidad y distanciándose del lector, tal vez porque sus diversos motivos no acaban de jerarquizarse adecuadamente al servicio de un asunto central que los aglutine y se convierta con claridad en dominante.

Hay en estas páginas finas observaciones psicológicas, y también un buen conocimiento de los entresijos que gobiernan el comercio del arte. Se apunta hacia muchas direcciones, y el planteamiento parecía idóneo para convertir Dunas en una especie de alegoría acerca del falseamiento de la realidad, pero la excesiva acumulación de motivos y cierta desmesura narrativa que algunos adquieren obtura buena parte de las posibilidades del texto.

Es, en efecto, fascinante la presentación del magnate Jacobo Clar, que vive encerrado en una vivienda gigantesca convertida casi exclusivamente en una colección de obras de arte que se incrementa sin cesar; estamos ante uno de esos personajes altivos, distantes y enigmáticos que parecen extraídos de una película de Orson Welles -una especie de Kane o de Arkadin voluntariamente reducidos a la soledad- y a los que su ambición acaba por destruir. El narrador de la historia es el conservador de la colección de Clar, al que el todopoderoso jefe obliga desde hace muchos años a soportar menosprecios y humillaciones cuya magnitud se nos antoja desmedida, lo mismo que hace con Laura Galilea, una amante a la que "somete a situaciones carnales muy reservadas y acaso indignas, pero jamás la ha besado ni rozado" (pág. 19). La historia del mediocre pintor Félix Mura, en quien se materializa el aberrante principio de que la obra artística vale lo que uno esté dispuesto a pagar por ella, introduce el motivo -reforzado con personajes episódicos como el de la pintoresca artista Rebeca Molder y luego difuminado- del falso mundo de valores en que pueden asentarse los movimientos de obras, sus alzas y bajas y su aprecio en el arte contemporáneo. La tenue relación, casi quebrada, entre el narrador y su mujer sugiere otra historia que también queda únicamente esbozada y sin final nítido. Hubiera sido conveniente mayor claridad acerca de los motivos por los que los diversos personajes se pliegan una y otra vez a la caprichosa voluntad de Jacobo Clar -¿debilidad, ambición, vicio, dinero, acaso amor?-, sobre todo en el caso de su conservador, cuya decisión final sorprende sólo por no haber sido tomada antes, a lo largo de tantos años de esclavitud que ni el sueldo ni otros estímulos justifican. Dunas es un relato culto y lleno de sugerencias, pero un tanto fallido, con demasiados cabos sueltos, lo que deja algunos aspectos en un terreno casi abstracto, tan fuera de la realidad, tan alejado de todo como el enigmático castillo de Kafka.

Contiene, pues, Dunas un relato más brillante por su escritura que por su composición narrativa; más atractivo por los detalles que por el conjunto. Son, además, páginas escritas con pulcritud, aunque algunas elecciones idiomáticas sean de discutible acierto: "Laura juega bien su papel" (pág. 72), "golpear a la puerta" (pág. 73), "este agua" (pág. 76), "en comparación a la que fue" (pág. 109) y pocos lunares más, todos ellos minúsculos.