Image: Francomoribundia

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Novela

Francomoribundia

Juan Luis Cebrián

5 junio, 2003 02:00

Juan Luis Cebrián. Foto: M.R.

Alfaguara. Madrid, 2003. 448 páginas, 18’50 euros

Con un título que remeda el que Ramón Gómez de la Serna puso a sus memorias (Automoribundia), Cebrián continúa la trilogía inaugurada por La agonía del dragón, en la que trata de reconstruir novelescamente el proceso de la transición política española tras la muerte de Franco.

Hay en estas páginas un enorme esfuerzo por aunar sucesos privados y hechos públicos, y también, pese a que el autor recomienda en la nota final leer el libro como una novela, un evidente prurito de veracidad cronística, una preocupación por acumular informaciones y datos -a veces minúsculos, ofrecidos con la displicente seguridad del connaisseur- que a menudo se anteponen a lo novelesco e invaden su terreno propio. Pese al uso de ciertos artificios narrativos, como los monólogos interiores de un Franco moribundo y de algunos otros personajes, el ángulo de visión predominante en estas páginas es el de un cronista -con frecuencia brillante- para el que la verdad histórica tiene más importancia que la invención artística. Una verdad histórica entendida, además, en clave política, faceta predominante a la que se supeditan todas las demás. Por este motivo, el mandato de Arias Navarro, las repercusiones de la "revolución de los claveles", el relato de los sucesos de Montejurra o la evocación de las conspiraciones de la extrema derecha dejan más huella en el lector que las vicisitudes íntimas de Alberto Llorés, Marta, Eduardo Cienfuegos y otros personajes -algunos de ellos claros trasuntos de seres reales- cuyos únicos rasgos distintivos suelen ser, por otra parte, los referidos a su perfil político. Tanto apego a la historia política reciente, manifestado también en la lista de obras que el autor afirma haber consultado para componer la suya, acaba por dañar a la creación novelesca, y pone en muchas páginas fecha de caducidad: el autor da por sobreentendido cierto conocimiento de aquellos sucesos, pero un lector actual menor de treinta años necesitaría notas a pie de página que le aclarasen numerosas alusiones a hechos y personas -Puig Antich, la matanza de Atocha, el "león de Fuengirola", la OAS, los pretendientes carlistas, etc.- sin verse compensado, además, por el descubrimiento de vidas de ficción interesantes, como sucede, por ejemplo, en los Episodios galdosianos.

Hay brío indudable en la evocación de algunos hechos, como el episodio de Montejurra o el progresivo deterioro de las relaciones entre Marta y Alberto (págs. 300 y ss.), así como en ciertos momentos del monólogo interior de un Franco satisfecho de su proceder, donde sólo disuenan algunos excesos retóricos: "Padezco en cambio la pesadumbre horrísona del ser" (pág. 87). Y no es pensable que un militar gallego utilice "ameritar" (pág. 80) con el significado americano de "merecer". Hay otros descuidos idiomáticos que una vigilancia atenta hubiera podido evitar: errores de concordancia ("un cierto desaliño [...] hace más popular a sus habitantes", pág. 202; "como nuevo ave Fénix", pág. 238; "dificultades motoras", pág. 338; usos léxicos discutibles: "entronamiento" (pág. 193) por "entronización", "al albur de" (pág. 341) por "al amparo de", "esquina" (pág. 32) por "rincón", "impávidos" (pág. 157) por "impasibles, imperturbables" ("permitían impávidos, o quizá paralizados por el miedo..."). Son también mejorables construcciones como "solía llegar en la mañana temprano" (pág. 122), "acostumbraba a recoger..." (pág. 50), "acostumbraba a salir" (pág. 90), "punto de no retorno" (pág. 300), "se reclamaba del comunismo ortodoxo" (pág. 231) o "contribuían a nuclear la operación" (pág. 147). Y es un despiste situar el día 24 de junio en "la canícula madrileña" (pág. 206) o aseverar que Jaime se amparaba "en su condición de espíritu puro, sólo momentáneamente encarnado en un alma mortal" (pág. 97).

En Francomoribundia el esfuerzo constructivo es superior al resultado; el valor testimonial, loable en una época en que tantas novelas se pierden en el jugueteo y olvidan este aspecto esencial, supera al novelesco. Queda la tercera parte de esta ambiciosa trilogía para pulir las aristas.