Novela

La Razzia

Amin Zaoui

11 diciembre, 2003 01:00

Traducción de Nuria Viver. El Cobre. Barcelona, 2003.162 páginas, 13 euros

Las novelas del escritor argelino Amin Zaoui (1956) son una puerta abierta a la impenetrable y muchas veces desconocida tierra del Islam, aquélla con la que antaño compartimos historia y cultura. Su forma directa de retratar en sus escritos las costumbres radicales que imperan en algunas naciones musulmanas valieron a Zaoui las amenazas de grupos integristas y, en 1995, tuvo que abandonar su país y refugiarse en Francia, donde permaneció cinco años y publicó cuatro novelas en francés.

"Masaud Ben Masauda, que soy yo, escribe" es el comienzo de La Razzia, novela de una sola voz narrativa, o el pensamiento de un personaje que trabaja en unas excavaciones arqueológicas en la abadía de Adam, en el sur de Francia. Como un diario o libro de notas, La Razzia parece no dirigirse a nadie más que a sí mismo. Por eso, Masaud se muestra libre al expresar sus sentimientos, recuerdos, ideas y deseos sin ningún tabú. Su soledad le hace conversar con el pasado, con voces familiares que se confunden, como la de Washma y Sangria, que desde su burdel consiguieron luchar por la libertad de la mujer musulmana. Masaud recuerda. Nuba es a veces su mujer, otras su hermana desaparecida. Washma su madre o su primer amor. A su lado, la figura femenina consigue liberarse de las ataduras impuestas por la política o la sociedad. Masaud recuerda el día en el que consiguió quitar el velo negro de una desconocida al salir de una mezquita, como ahora anima a una francesa operada de cáncer a quitarse sus falsos pechos. Con todas ellas, Masaud hace el amor, habla del Corán, y comenta el origen común de los países mediterráneos, todo un pasado de riqueza cultural y artístico que no sobrevive ya más que en la memoria. Una memoria que permite al narrador jugar con el tiempo y la historia, y dirigir su mirada hacia episodios violentos ocurridos en un país cuya excusa parece siempre ser la misma, un Dios que lo permite y ordena todo, según los hombres. El escritor acusa la crueldad con la que el fanatismo se apodera de los más débiles: las mujeres, condenadas a una falta de libertad total.

Pero si Zaoui levanta el velo de la mujer castigada, sus palabras no dejan de encubrir un pesimismo absoluto cuando descubrimos que todas las voces con las que conversa el narrador, esos recuerdos de amor, de amistad que compartía con ellas ya no son más que voces que llegan hasta Masaud, desde el fondo de la tumba.