Antonio Soler: "Hay inflación de premios: la cantidad resta calidad y confunde"
Antonio Soler, por Gusi Bejer
Pregunta: No me dirá ahora que cualquier premio pasado fue mejor... Respuesta: Quizá el mejor premio que he conseguido haya sido el Ignacio Aldecoa de relatos, hace casi veinte años. Sin él quizá no hubiera venido nada más. Ni premios ni novelas. P: ¿Pesan demasiado los premios en la vida literaria española? R: Lo que creo es que hay inflación de premios y que la cantidad resta calidad y confunde. P: ¿Y los oficiales, debe el Ministerio premiar un libro como si fuese una lata de conservas? R: Ese no es el problema mayor. El problema es que el Ministerio premie las conservas en mal estado, como ocurre a veces. P: ¿Qué tiene de especial El camino de los ingleses? R: Intento poner un paisaje delante de la cara del lector y que al acabar de leer la novela reconozca en ese paisaje su propia cara. Como si entre él y yo hubiéramos pintado página a página su autorretrato. P: ¿Y qué relación guarda con El nombre que ahora digo, Las bailarinas muertas y Modelo de pasión? R: Es una novela de grupo y amistad como El nombre que ahora digo. Están la ironía y la ternura de Las bailarinas muertas. Ha entrado un poco de luz en la ansiedad y penumbra de Modelo de pasión, su crueldad es menos directa. Y luego está el estilo, la marca de la casa. P: Decía Hemingway que una novela debe ser como un iceberg, ¿qué esconde El camino de los ingleses? R: Me esconde a mí. P: ¿Espera que con ella crítica y lectores se sientan como el Titanic, y acabe ganándoles para su causa? R: Espero satisfacer a quienes conmigo van, ganar algún nuevo adepto para la santa causa y que nadie acabe en el fondo del océano. P: Volviendo al mercado editorial, ¿quienes no venden no existen? R: Más o menos. Aunque a veces algún buen editor mantiene en su reserva de indígenas a algún autor poco vendedor. Quizá piensen en el futuro, en el milagro o en la literatura. P: ¿Y qué fue de los viejos libreros? R: Se los comieron las grandes superficies. Pero también hay resistentes que realizan su labor apostólica con más fe que muchos escritores. P: Elija un premio: crítica, ventas o lectores... R: Lectores. Son el destino natural y final de la obra. P: ¿La crítica en España es sectaria, profesional...? R: La crítica es demasiado heterogénea como para hablar de ella en general. Hay buenos críticos, otros regulares y otros caprichosos. Un crítico caprichoso es peor que uno malo. P: ¿Qué tal le han tratado? R: Me han tratado muy bien en el 99 por ciento de los casos. Una vez me sacaron las tripas a toda página y con cachicuerno. En cualquier caso mi única respuesta posible es seguir escribiendo, una nueva novela, un nuevo pulso conmigo mismo. P: Pero usted vuela libre, sin camarillas... ¿se paga un precio muy alto? R: Cualquier precio que se pague por ser libre siempre saldrá barato. Mi madre se llamaba Libertad, soy hijo de esa palabra. P: De premio a premio, y tira porque le toca... Elija una víctima. R: Usted piensa que soy un asesino en serie. De todos modos una cosa está clara, no cometo mis crímenes con premeditación. P: ¿Y quién cree que le elegiría como víctima? R: Quedamos en que soy yo quien aprieta el gatillo. P: Sus novelas suelen mirar al pasado, a una España sórdida y franquista... ¿tan-to le gustan los perdedores? R: Lo que de verdad me gusta es la gente capaz de intentar cambiar su destino. Si se toma esa actitud es fácil perder. En cualquier caso, cuando me hablan de la sordidez de mis novelas pienso que fui Oliver Twist. Casi siempre hablo del mundo que conocí y de los mundos que colindaban con el mío. Tengo la sensación de que el resto vivía y vive en el país de las maravillas. P: ¿Y los monstruos? R: Los monstruos viajan dentro de nosotros. Intento comprenderlos, me enternecen. P: Por cierto, ¿cuándo se ha sentido usted un perdedor? R: En cualquier muelle, viendo zarpar gente y sueños. P: ¿Y monstruo? R: En algunos momentos de pasividad. P: ¿Es demasiado exigente con los lectores? R: Soy exigente, pero no tanto como para desanimar a un lector medio. Mis editores suelen acabar satisfechos con su saldo y yo con el mío. P: ¿Qué contemporáneos lee usted? R: Lobo Antunes, Coetzee, Pete Dexter, Vargas Llosa. Por aquí, Marsé, Mateo Díez, Caballero Bonald, Longares, Chirbes. Gente con músculo narrativo y cosas que contar. P: Por el contrario, ¿quién es el culpable de tanto falso prestigio? R: Vamos a ser democráticos. En ese asunto hay metidos editores, críticos, medios y libreros. Los más inocentes son los autores de barro a los que dan una mano de purpurina y piensan que son oro macizo.