Image: La pasión según las fieras

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Novela

La pasión según las fieras

Fernando Royuela

15 abril, 2004 02:00

Fernando Royuela. Foto: Conchitina

Alfaguara. Madrid, 2003. 220 páginas, 14’95 euros

La cuarta novela de Fernando Royuela (Madrid, 1963) contiene un relato de corte alegórico-simbólico para presentar una sociedad enfangada en el miedo, el odio, la crueldad, la explotación y la venganza, entre otras pasiones primarias que encarnan lo más bajo de la condición humana reducida a su naturaleza puramente animal. La cita de Shakespeare tomada como lema de cabecera anticipa de modo contundente la salvaje celebración de la barbarie desarrollada en La pasión según las fieras. Las fieras son los hombres y mujeres animalizados en un paisaje hostil de cafetales, también animalizado, donde se desatan los instintos bestiales irreprimibles por ausencia de toda civilización. Hasta que la naturaleza impone su venganza sin piedad en la destrucción de aquel mundo maldito de pasiones sin control.

Resulta difícil explicar de forma racional el sentido de esta fábula de la barbarie alimentada por los más bajos impulsos de la condición humana desquiciada en su naturaleza radicalmente animal. La novela comienza con una noche de crímenes en que son asesinados el Delegado y su familia. El suspense, más allá de posibles planteamientos de novela policiaca o negra, se acrecienta con nuevos episodios de violencia, horrores y muertes. El arte del discurso consiste en que la intriga se complica y al mismo tiempo se desvanece con la constante sucesión de atrocidades narradas de forma impasible en una tierra donde sólo importan la mera supervivencia y la cosecha de café.

¿Qué significado puede tener esta historia de pasiones encarnizadas? Seguramente, se quiere ofrecer una alegoría del mundo actual, de una sociedad desalmada que ha perdido los valores del humanismo y está regida por instintos de alimañas disfrazados en ambiciones inconfesables. Como en los modelos alegóricos, los nombres de personajes están desrealizados y responden a una antroponimia atemporal. Lo mismo sucede con los nombres de lugares. En tan terrible microcosmos se impone la esclavitud en la explotación feudal de los empleados que trabajan sólo por la subsistencia bajo la tiranía del amo Gorgos y sus secuaces. El Delegado y los funcionarios de Obras Públicas que investigan los crímenes pueden representar al poder político alejado y desentendido de aquellas gentes. El poder económico todo lo manda y lo controla. Salvo cuando los instintos sexuales colmados en varios triángulos amorosos quedan al descubierto y rompen aquel equilibrio animal de las fieras en castigos y venganzas de extrema crueldad. Tal vez sería deseable una pista para desentrañar el simbolismo de los tres seres fantásticos y comprender mejor el sentido profundo de esta historia maldita llena de pesimismo.