Image: El halcón peregrino

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Novela

El halcón peregrino

Glenway Wescott

10 junio, 2004 02:00

Glenway Wescott

Lumen. Madrid, 2004. 144 páginas 14 euros

"Brillante" es la palabra que utiliza Michael Cunningham para definir, en un magnífico prólogo, a El halcón peregrino, una de las tres únicas novelas que nos legó el escritor norteamericano Glenway Wescott (1901-1987).

Obra concisa y demoledora, El halcón peregrino retrata los últimos momentos de la vida y costumbres de una sociedad aristocrática. La historia transcurre en una tarde de verano, a finales de los años 1920, en Francia, en la casa de campo de la americana Alexandra Henry. Con ella se hospeda Alwyn Tower, narrador del libro. Alwyn es el personaje más enigmático de la novela: personifica al novelista fracasado, dotado de una capacidad de observación ejemplar pero sin ninguna esperanza de escribir. Esa tarde reciben la visita de los Cullen, una pareja de burgueses adinerados que viajan a Budapest acompañados de Lucy, un imponente y hierático halcón, recién capturado.

La mirada inquietante de dos seres acompaña la historia. La primera es la del narrador. Tower descubre sobre cada personaje un torrente de revelaciones. Al marco de los "felices años veinte", le sustituye una profunda reflexión sobre los sentimientos en la pareja. Nada es lo que se pensaba en un principio. Ninguna de las figuras de la narración actúa como el prototipo que representaba. Por eso, la inmovilidad del pájaro que estrangula el brazo retenido en el guante de la señora Cullen nos hace percibir esa segunda mirada fría, "sin la menor pizca de brillo o de calidez", como un espejo irritante sobre la condición del ser humano.

"¿Cuánta libertad constituye un estímulo para el hombre, y cuánta empieza a ser un desperdicio, una locura?", advierte un narrador que, como el halcón, opta por las comodidades de una vida agradable. La renuncia a sus sueños de convertirse en escritor es la misma actitud del halcón que vuelve al brazo de su ama, una vez le han brindado la oportunidad de recobrar la libertad. Dentro de cada uno de los personajes, dentro de cada uno de nosotros, brota, de vez en cuando, una fuerza que consigue romper las cadenas, las ataduras del reino de lo fácil, de lo seguro, de lo mediocre. Sin que se quede en un ataque histérico de locura, se trata de volar, porque, quizá, no haya más oportunidad.