Image: El cantor de tango

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Novela

El cantor de tango

Tomás Eloy Martínez

24 junio, 2004 02:00

Tomás Eloy Martínez. Foto: Carlos Miralles

Planeta. Barcelona, 2004. 251 páginas, 19’50 euros

Buenos Aires, desde el Modernismo, se convirtió en una ciudad literaria, la Cosmópolis del Sur, en paralelo a la Nueva York del Norte. Contribuyeron a ello una pléyade de poetas y novelistas que culminaron en Borges.

Tomás Eloy Martínez alcanzó éxitos considerables con La novela de Perón (1985) y Santa Evita (1995) y obtuvo el premio Alfaguara con El vuelo de la reina. El cantor de tango ha sido construida sobre el Buenos Aires de Borges, aunque con los pilares del tango y los ecos de la misteriosa elaboración de Sábato, al que no se cita, Artl y Cortázar, entre otros. Podríamos considerarla como otra expresión de metaliteratura, puesto que los paisajes de la ciudad, la auténtica protagonista, son laberintos de ecos borgeanos e imágenes de un pasado remoto (el de los primeros tanguistas) o las represiones vivas aún en sus calles, que se difuminan mientras el protagonista intenta en vano captar un mito evanescente.

Posiblemente el lector pasará por alto la anotación que figura al final del libro: "Salvo Jean Franco y Richard Foley, todos los personajes de esta novela son imaginarios, aun aquellos que parecen reales". Precisamente de la profesora emérita de la Universidad de Columbia, la británica Jean Franco, acaba de aparecer Decadencia y caída de la ciudad letrada (Debate). Bruno, uno de sus alumnos de doctorado, realiza una tesis doctoral sobre el tango, cuando Jean Franco le habla de un cantor extraordinario, superior a Gardel, que se hace llamar Julio Martel. Gracias a las ayudas que concede la universidad estadounidense se instalará en la capital argentina para dar con un cantante del que no existe grabación alguna y cuya pista sigue hasta creer que su trazado constituye un laberinto simbólico. La figura de Martel permitirá trazar varias estampas del Buenos Aires de los 70 y de hoy. Pero la ciudad encierra en sí misma misterios indescifrables, como el aleph de Borges, situado en un sótano y custodiado por Borodino.

Son varias las tramas que se entrecruzan, como serán diversos los tiempos del relato. El narrador juega con las formas expresivas significantes del bonaerense. Pero, salvo estas incursiones, el Buenos Aires de Borges flota en una ciudad por la que en "los hilos de la realidad se movían a destiempo de las personas y tejían un laberinto en el que nadie encontraba nada, ni a nadie".

Tomás Eloy Martínez ha intentado comprimir ciudad, tangos, represiones, crímenes, expolios políticos y peronismo en un conjunto que acaba tornándose informe. El laberinto son los propios argentinos, y la ciudad con su decadencia económica. A todo ello deben sumarse la invención de la picana -que se atribuye al hijo de Leopoldo Lugones-, la historia de Violeta... La novela se desborda, porque el hilo conductor es tan débil como la salud de Martel.

El cantor de tango es algo más que un relato mágico o un conjunto de símbolos literarios. Pretende captar el alma de una ciudad de laberintos y escritores, aunque se queda corta.