Image: Caterva

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Novela

Caterva

Juan Filloy

22 julio, 2004 02:00

Juan Filloy

Epílogo de M. Giardinelli. Siruela. Madrid, 2004. 416 paginas, 23’50 euros

Juan Filloy no dudaba en explicar la fórmula de la longevidad: "Comer la mitad, caminar el doble y reír el cuádruple". Poco antes de morir, escribió: "La inmortalidad es un azogue efímero que posee la esperanza. Borrado o diluido, no somos más que reflejos de vidrios o cristales rotos. Y seguimos pálidos: pensar en la muerte no es más que amortajarse uno mismo" .

Parece haber llegado la hora del reconocimiento del escritor Juan Filloy. Fallecido en 2000 a los 105 años (nació en 1894), cabalgó sobre tres siglos. Nació y murió en la Córdoba argentina, pero fue juez en la pequeña población de Río Cuarto a 200 kilómetros de la capital, donde transcurrió casi toda su vida.

Cuando contaba casi cuarenta años conoció y se enamoró de una maestra, Paulina Warsawsky, al día siguiente le pidió matrimonio y se casaron al tercer día. Escribió novelas, poesía, ensayo, cuentos, teatro, y afirmaba ser "campeón mundial de palíndromos", como advierte uno de los más destacados escritores argentinos de hoy, quien da breve cuenta del personaje en el epílogo. Se publicó a sí mismo y repartió los ejemplares de sus obras entre amigos y conocidos. Su primera novela, ¡Estafen!, la editó en 1932, inspirándose, como alguna de las escenas de Caterva, en su kafkiana experiencia judicial. Entre 1967 y 1973 tres de sus novelas aparecieron en una editorial comercial argentina, pero desistió de continuar dadas las exigencias del márketing. Sin embargo, la importancia de su obra no podía pasar desapercibida en los círculos más atentos. Marechal, según Giardinelli, se aprovechó del argumento de una de sus novelas para una de sus obras. Alfonso Reyes lo consideró como un fundador, y Cortázar lo menciona en Rayuela. Logró algunos premios y fue propuesto al premio Nobel. Sus títulos constan siempre de siete letras.

La primera edición de Caterva se publicó privadamente en 1937 y ésta es su primera aparición en España. No sólo ha resistido el paso de los años. Constituye una clave para entender mejor la evolución de la literatura argentina y la de la lengua española, puesto que nos hallamos ante un auténtico monumento al lenguaje, a su expresividad y a las argucias narrativas que se sitúan entre el realismo miserabilista y la vanguardia más audaz.

La novela de Filloy bien merecía, entre nosotros, honores de descubrimiento. Ofrece el viaje de un grupo de linyeras (vagabundos) en ferrocarriles de carga, en trenes, por los paisajes, descritos con la paleta del impresionista y la audacia de la vanguardia, de la región de Córdoba. Cada uno es resultado de una aventura personal, pero les une una estafa a la cabeza de la organizadora de la mendicidad en Buenos Aires que ha de servirles como apoyo a los movimientos obreros y a sus ideas ácrata-comunistas. Longines y Aparicio se convierten en los jefes del grupo, pero por la novela desfilan 106 personajes. Tal vez lo que más interese ahora sea el uso del lenguaje, la utilización de argentinismos y formas coloquiales que conviven con un riquísimo español. Si en un principio contribuyen al Socorro Rojo, las disquisiciones abundantes sobre arte, el uso y abuso de la mitología, las experiencias europeas, un curioso final donde se analiza la ruptura del grupo por el individualismo de alguno de sus miembros, la muerte de dos de ellos, el enamoramiento de otro (con misóginas observaciones sobre el amor), culminarán en la aventura: el descubrimiento de una trama nazi para invadir ciertas zonas de América, que conseguirán desbaratar. Los personajes esconden historias y pasados que se desvelan a medida que avanza la novela.

En su estructura no falta el uso de las historias inéditas, el empleo de titulares, de fragmentos de periódicos. Todo ello basado en el grupo que no cesa de viajar o descansar, hasta turísticamente, por zonas casi vírgenes. Filloy alterna las escenas urbanas con las campestres. La búsqueda de una expresión autóctona recuerda los ensayos de Borges que luego rechazaría, así como algunas de sus ideas sobre la naturaleza humana. El papel del grupo es precursor de Cortázar. La posición ácrata y amoral coincide, en ocasiones, con Artl. Los contactos con los líderes de la llamada JODA permiten adentrarnos en una narración política. La importancia que se da a la comida, al naturismo, el desdén (finalmente no será así) por el dinero, el compañerismo, el papel del tango, de las nanas transcritas y parodiadas, así como un fragmento de la Divina Comedia, el uso de poemas franceses -la lengua de la cultura- en su versión original, las consideraciones sobre la muerte y el desprecio de los rituales, la figura de don Rufo, viudo, que cuida a su hijo con tremendas dificultades, la diferenciación español/argentino en diálogos y costumbres flotan sobre una filosofía de la vida. Nos hallamos ante una gran novela que conviene, además, situar en el tiempo de su publicación.